La presencia de Vanessa es, muchas veces, intimidante: exubera seguridad, alegría, inteligencia, y es muy sexy. Nunca ha tenido miedo de mostrarse tal cual es, y en un mundo machista a las mujeres nos han enseñado a sentirnos intimidadas frente a mujeres así. Pero cuando uno conoce a Vanessa se da cuenta que una mujer fuerte no es para intimidar, sino para empoderar a otras a ser fuertes como ella.
Vane es una mujer que rompe paradigmas: es abogada, de las mejores, de las que ha participado en cuanto concurso se le ha atravesado, y se los ha ganado todos. No permite que nadie le imponga las cosas que puede o no puede hacer. No se queda quieta, siempre se está riendo y buscando qué hacer. Al mismo tiempo, anda diciendo groserias cuando le nace, habla duro, y dice lo que le parece, y lo hace mientras está vestida y maquillada de la manera más espectacular. Así es ocupa espacios masculinos y femeninos sin ambigüedad.
La palabra que la define es pasión; pasión por la vida y por su vida, que la vive con autenticidad y mandando al carajo todos los estándares y expectativas sociales. Si alguna de las seis tuviera la más mínima habilidad artística, la dibujaría, sin duda, como una guerrera amazónica. No conocemos a nadie que encapsule con tanto desparpajo el poder, la fortaleza y la feminidad en un solo cuerpo y una sola mente. Y no nos cabe duda de que todo eso le viene por su lado costeño, que la libera de tapujos y penas y la hace la mujer extrovertida y ruidosa que nos alegra todos los días. Si ser costeña es ser un poquito como Vane, ojalá lo fuésemos todas.
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