Corría el mes de abril de 2016 y yo, que aborrezco las fechas especiales, que preferiría saltarme navidad y mi cumpleaños (que por su cercanía vienen siendo casi la misma vaina), y que le he prohibido a todos mis novios celebrar los meses que cumplimos, sufría porque, por estar viviendo fuera del país, me iba a perder mi evento favorito del año: ese que cuando chiquita era para mí como cumpleaños, navidad, amor y amistad y día del niño juntos por todos los regalos que me compraban mis papás. Y el 25 de ese mes: desastre. La Feria del libro de Bogotá invadida y colapsada por las hordas de fans que venían a ver a un espécimen para mí desconocido hasta entonces: los youtubers. Con el esnobismo propio de alguien cuyo evento favorito es la Feria del libro empecé a seguir a varios de estos sujetos en sus canales de YouTube y en sus redes sociales con el objetivo de acumular todo el conocimiento necesario para destruirlos en una publicación como esta.
Y aquí estamos. Un año y medio después. Esa publicación no existe porque, desde entonces, no he podido cerrar la pestaña de mi navegador que permanece casi eternamente sintonizada con YouTube. Existe esta publicación en la que vengo a admitir que, entre las cantidades absurdas de videos de YouTube que consumo, me han cautivado especialmente las youtubers colombianas.
Pautips, la youtuber colombiana más reconocida, cuenta con más de 4 millones 30 mil suscriptores y sus videos suelen superar el millón de vistas. Kika Nieto cuenta con más de 3 millones de suscriptores en la plataforma y la mayoría de sus videos supera, a veces por mucho, los 2 millones de vistas. Y, hasta donde sé, las siguen Juana Martínez, con más de 2 millones de suscriptores, y Maqui015 con un millón 300 mil. Y digo hasta dónde sé porque nadie se ha tomado este fenómeno lo suficientemente en serio como para establecer un ranking oficial. Y digo fenómeno porque, para que se den una idea de la influencia de estas mujeres, para pasar a la segunda vuelta en unas elecciones presidenciales en Colombia se necesitan menos de 3 millones y medio de votos. Así que calculen.
Pero obvio, como la mayoría de seguidoras de estas youtubers no tienen cédula y además son mujeres, en Colombia, ni a los medios de comunicación ni a los académicos les ha parecido lo suficientemente serio como para dedicarles más de un par de líneas. Y, en particular a las mujeres jóvenes – que, dicho sea de paso, dominan ese universo –, a veces ni eso.
Y es que si el patriarcado y la cultura machista han sido crueles y opresores con todas las mujeres, lo han sido especialmente con las mujeres adolescentes. Hasta las más fervientes y comprometidas feministas hemos caído en el error de prejuzgar y ridiculizar los comportamientos, las actitudes y, particularmente, los gustos de las adolescentes. Y la estamos embarrando con ganas. Ridiculizar los gustos de las niñas y adolescentes, perpetuar ese prejuicio de que son huecas, histéricas, ridículas y superficiales solo contribuye a reforzar la idea de que las cosas de mujeres y para mujeres no son importantes, que son eso: huecas, ridículas y superficiales.
La activista feminista Bailey Poland nos demuestra hasta qué punto esta percepción de las mujeres jóvenes parece calcada de las actitudes e ideas de los siglos XIX y principios del XX acerca de la histeria femenina: “Se asume que las adolescentes no controlan sus emociones o intereses y que se emocionan o indisponen de manera exagerada sin motivo. La realidad es que las adolescentes son, con frecuencia, muy intencionales acerca de lo que les interesa y muy conscientes de las influencias sociales detrás de esos productos mediáticos, y usan la emoción y la pasión deliberadamente como la base para la construcción de comunidades y su propio desarrollo empático”. Palabras más, palabras menos, las adolescentes son deliberadamente apasionadas y afectuosas –con sus ídolos y con las demás niñas que admiran a esos mismos ídolos– porque eso les permite desarrollarse afectivamente y construir círculos de mujeres en los que comparten intereses y se apoyan unas a otras. Bastante envidiable para una generación como la mía que creció con películas de Hollywood y telenovelas de RCN y Caracol en las que la envidia y la competencia por la atención de un hombre (o de todos los hombres) son la única forma en que las mujeres se relacionan unas con otras.
Por eso quise dedicar esta columna a rescatar todas las formas en que las ídolas de estas niñas y adolescentes ayudan a construir una generación más empoderada y con una conciencia de género que yo, francamente, envidio. No quiero decir que Pautips, Kika y compañía sean feministas o que su preocupación principal sea evidenciar las injusticias de la sociedad machista en la que vivimos. Pero que tienen conciencia de género, la tienen, y que son mujeres empoderadas y dueñas de sí mismas, lo son. Y con ello me dan la esperanza de que aunque la siguiente generación de mujeres enfrenta la misma sociedad machista y deben lidiar con la misma masculinidad tóxica y frágil de sus coetáneos (porque el cambio es muy, pero muy lento y muy decepcionante en estos aspectos), ellas están mejor preparadas y cuentan con mejores herramientas para hacerlo que yo o cualquiera de mis amigas.
Y aquí nadie está negando que todas las youtubers son bonitas y explotan principalmente su atractivo físico – crearon su propio medio de comunicación, no un mundo paralelo–, que suelen presentar la feminidad como lo bello y lo frágil, o que consumen fast fashion a lo loco ( de esa que explota a las mujeres más vulnerables en los países más pobres del mundo). Pero lo hacen bajo sus reglas y para su propio beneficio y el de nadie más. Y en un mundo en el que a las mujeres nos enseñan desde bebés a ser complacientes y a existir por y para otros (especialmente por y para los hombres y sus estándares) eso es enorme.
Youtube les ofrece a estas mujeres una plataforma en la que se presentan a sí mismas sin mediación alguna, se comunican de tú a tú con sus seguidoras y ellas deciden quiénes son y cómo quieren que el mundo las vea. El resultado: un universo multimedia en el que no hay una sola forma de ser mujer, ni una sola forma de ser bella ni una sola forma de alcanzar el éxito. Un universo en el que Pautips, gurú del maquillaje y clásica belleza, no solo co-existe sino que convive y colabora con la alternativa, bromista y eternamente rebelde Juana Martinez. Un universo en el que Calle y Poché, una pareja de lesbianas, se muestra como una relación sólida, divertida y amorosa y, sobre todo, que no existe como exótico objeto de deseo para los hombres heterosexuales que sexualizan, erotizan y objetivizan las relaciones lésbicas tal y como les enseñó el mundo de la pornografía. Un universo en el que las mujeres pueden tener el pelo blanco, como Kika, o fucsia con azul, como Daniela Pérez –la Pereztroica–, o verde, como Sofía Castro que, para acabarla de completar empieza cada uno de sus videos luciendo orgullosa sus brackets. Un espacio en el que eso que la sociedad ve como tu mayor defecto se convierte en el núcleo de tu marca personal, como es el caso de Camila Zuluaga, “Metro y un Medio”.
Y así, sin mediación de grandes conglomerados de medios y empresas productoras que les impongan nada ni adelanten con ellas sus agendas misóginas, estas mujeres se permiten todo a sí mismas: se muestran recién levantadas, hablan de sus fracasos, comentan sobre su salud física y mental, cuentan con honestidad sobre sus cirugías plásticas que abordan como decisiones informadas, autónomas y que tomaron por amor propio, comentan sobre la menstruación en un video sí y en el otro también, y transforman la mentalidad de sus seguidoras acerca de la homosexualidad, o acerca de la depresión o de los desórdenes alimenticios.
Y obvio, como mujeres que se atreven a adueñarse del espacio público (y del más público de los espacios: el internet) enfrentan miles de críticas y estándares dobles que todas las mujeres conocemos de sobra. Todo el mundo les comenta sobre sus cuerpos, cualquiera se siente con la autoridad para decirles si están muy flacas o muy gordas. Les dicen que tan feas si salen desarregladas y que qué engaño cuando se maquillan mucho. Las acusan de creídas y de falsas. Les critican desde el pelo hasta el timbre de voz. ¿Y qué hacen ellas? Cogen todas esas críticas, las convierten en canción y se vuelven virales. La práctica se conoce en Youtube como el Roast Yourself Challenge, que traduce algo así como darse palo a uno mismo. El Roast Yourself Challenge de KikaNieto, en el que responde a los que la acusan de falsa modestia enumerando todas las razones por las que no necesita ser modesta (una ridícula expectativa que, dicho sea de paso, nos inculcan a todas las mujeres desde la infancia), está a punto de acumular 18 millones de vistas. El de Pautips, en el que le responde a los que la critican por flaca y por antipática y por terminar con su novio diciéndoles que “no lo sufran que no es su vida”, ya superó los 15 millones de vistas. El más reciente entre las youtubers colombianas, el de La Mafe Mendez, mi favorito por su desparpajo y por darle una cachetada a los slut shamers (esos que pretenden humillar a cualquier mujer que se muestre segura de su cuerpo y su sexualidad), llegó al millón de vistas en menos de 24 horas. Yo sí hubiera querido modelos a seguir en mi infancia y adolescencia que me demostraran que a las críticas sexistas y destructivas lo que hay que hacer es exponerlas en todo el esplendor de su estupidez.
Sin la mediación e intervención de grandes empresas o productoras (esas que, por lo general, están bajo el mando de hombres blancos, viejos y, en ocasiones, acosadores sexuales), estas Youtubers demuestran lo que el feminismo ha dicho desde hace décadas: que la imagen de la mujer que nos muestran los medios es una gran manipulación que solo contribuye a perpetuar una cultura que menosprecia al género femenino. Y que cuando a las mujeres nos dan la oportunidad de existir, presentarnos y comunicarnos tal y como somos, podemos conquistar con sobrado éxito cualquier espacio y que nada está más allá de nuestro alcance.
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