Hace algunas semanas, la gran Pola Juliana nos hablaba abiertamente de la menstruación y de todos los tabúes que hay alrededor de esta. Desde ese momento quise escribir esta columna. ¿Alguna vez se han preguntado qué efectos tiene en sus cuerpos, en el medio ambiente y en el bolsillo los productos tradicionales que utilizamos durante los días de nuestro periodo? Pues hoy les voy a hablar de este tema con la intención que se cuestionen al respecto.
Vamos a empezar con un poco de historia. Juliana ya nos habló sobre la historia de las toallas higiénicas y cómo su aparición no fue producto directo de las necesidades de las mujeres, sino del deseo de comercializar un material en particular: “Para 1920, la compañía americana Kimberly-Clark había inventado un material más absorbente y más barato que el algodón para vendar las heridas de los soldados de la Primera Guerra Mundial. Cuando los ejecutivos de la compañía se sentaron a contemplar cómo vender este exitoso producto en tiempos de paz, la menstruación fue completamente descartada, pues concluyeron que se trataría de un producto demasiado personal, que nunca podría ser efectivamente comercializado.
No obstante, por insistencia de un empleado que trajo a colación testimonios de enfermeras que durante la guerra habían utilizado el material de las vendas para su menstruación, Kimberly-Clark decidió lanzar un producto para el problema íntimo femenino.”

En el caso del tampón, se sorprenderán al saber que en el antiguo Egipto ya los utilizaban. De hecho, se cree que fueron ellos quienes lo inventaron, pues fueron los primeros en escribir al respecto. Se seguirán sorprendiendo al saber que en ese entonces usaban todo tipo de material para producirlos, desde lino hasta estiércol de cocodrilo o de elefante.
De hecho, se cree que ellos no utilizaban el tampón con la funcionalidad con la que lo conocemos hoy en día, sino que le daban otros usos como por ejemplo el de ser un método anticonceptivo (no me quiero imaginar ni quise leer cómo era eso).
Fue a finales de los años 20’s e inicios de los años 30’s donde los tampones empezaron a aparecen comercialmente. En Estados Unidos, existieron “Nunap” y “Fax”, y como ninguno de estos fue patentado, es probablemente por esto que no son ampliamente conocidos e identificados como los primeros tampones en ser ampliamente comercializados. Cuando se otorga una patente se está entregando un derecho exclusivo sobre dicha invención. En ese sentido, es el titular de la patente el que decide si otros pueden utilizar su invención y cómo pueden hacerlo. Vale la pena aclarar que dependiendo del país donde se presente la solicitud de patente habrá unos requisitos específicos que tendrán que cumplirse cuando se realicen los exámenes de forma y de fondo de la misma.

Teniendo en cuenta lo anterior, la invención del tampón se le atribuye al doctor Earle Haas en el año 1929. Aunque fue 4 años después que la Oficina de Patentes de Estados Unidos le otorga la patente No. 1926900. En esta se refieren al tampón como el “dispositivo catamenial” o “dispositivo mensual” y, aunque no lo crean, ya venía con aplicador. Es a partir de ese momento que el tampón empieza a ser ampliamente comercializado, pues una mujer con una gran visión de negocio llamada Gertrude Tenderich decide comprar la patente y dar inicio a la empresa Tampax.

Sin duda, ambos productos se convirtieron en parte fundamental de la vida de cada mujer, pues gracias a ellos podemos sobrellevar mes a mes la menstruación sin que nadie a nuestro alrededor sospeche que la tenemos. ¿Pero nos hemos preguntado si están hechos de algún material o alguna sustancia que nos afecte? ¿O si su uso puede generarnos algún efecto inesperado?

Hace algunos años la historia de la modelo Lauren Wasser se hizo viral a nivel mundial puesto que aseguraba haber perdido una pierna como consecuencia del síndrome de shock tóxico generado por el uso de un tampón. Este síndrome es causado por una toxina producida por algunos tipos de bacterias de estafilococcos. De hecho, hace algunos días varios expertos alertaron sobre el uso del tampón durante más de 8 horas y de las consecuencias que puede tener en el cuerpo a raíz de una serie de casos que se presentaron en Francia entre los años 2.013 y 2.016.
En el caso de las toallas higiénicas, desde hace años diferentes grupos activistas de mujeres han venido exigiendo que los fabricantes sean honestos frente a los componentes que utilizan para producirlas puesto que las etiquetas no son claras ni especifican de qué están compuestas. Hace 2 años la organización Women’s Voices for the Earth realizó un análisis de los productos femeninos producidos por la multinacional Procter & Gamble donde se encontró que contenían químicos como el estireno, el cloroetano y cloroformo.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud el estireno se encuentra clasificado como cancerígeno, según la Agencia de Protección Ambiental las exposiciones de corto tiempo a altas concentraciones de clorometano pueden tener efectos neurológicos y según el Centro de Prevención y Control de Enfermedades la exposición a altos niveles de cloroetano también puede generar pérdida de la coordinación muscular e inconciencia.
De hecho, el microbiólogo Philip Tierno de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York afirma que considerando que en la vida menstrual de una mujer se utilizan aproximadamente 12.000 tampones, estaríamos hablando de 12.000 exposiciones a la dioxina varias veces al día que es absorbida por la vagina y va directamente al torrente sanguíneo. Hablamos de dioxina porque es un subproducto del rayón, material que es utilizado para la producción de los productos íntimos femeninos por su alta capacidad de absorción.
De acuerdo con la agencia de protección ambiental de Estados Unidos ningún nivel de exposición a la dioxina es aceptable, sobre todo teniendo en cuenta el efecto acumulativo y que su tiempo de desintegración es significativamente lento. Por consiguiente, concluyen que la exposición constante a la dioxina, como el uso mensual de tampones, puede aumentar los riesgos de salud asociados a esta toxina.

Sin embargo, también hay estudios que demuestran lo contrario. En el año 2.001 Michael J. DeVito and Arnold Schecter presentaron un estudio donde evaluaron la exposición a las dioxinas a partir del uso de tampones y pañales y llegaron a la conclusión que si bien se detectaron cantidades de dioxina en dichos productos no se presentaban efectos.
Y mientras se continua en la lucha para que los fabricantes sean claros en sus etiquetas y revelen exactamente cuáles son los componentes de estos productos se les ha pedido que hagan un seguimiento a los niveles de dioxina en sus productos. Sin embargo, ninguno de ellos ha hecho dichos análisis públicos.
Ahora, ¿nos hemos preguntado cuál es el impacto ambiental que tienen estos productos? Se estima que una mujer utiliza aproximadamente 14.000 toallas o tampones durante su vida. Por consiguiente, si una toalla higiénica después de utilizada pesa aproximadamente 5 gramos estaríamos hablando que cada mujer del mundo produce durante su vida 70 Kg de desechos que se demorarán en biodegradarse cada uno aproximadamente 500 años.
Adicionalmente, es importante tener en cuenta que uno de los problemas más significativos de este tipo de desechos, por el contenido del fluido, es su disposición. La sangre es considerada un residuo peligroso biológico-infeccioso y como tal debería tener un proceso de disposición especial que permita que esté diferenciada de otro tipo de residuos. Sin embargo, esto no sucede pues la disposición que le damos a las toallas y los tampones es la misma que le estamos dando a cualquier otro que consideramos basura. Si bien, en el mercado ya se encuentran algunos productos destinados a la disposición única de estos residuos son muy pocos los lugares donde los tenemos a la mano.
Mejor dicho, las mujeres estamos generando una cantidad impresionante de desechos que podríamos evitar si utilizáramos una alternativa que no es nueva pero que sigue siendo poco popular: la copa menstrual.

Esta copa es un producto hecho de silicona médica 100% hipoalergénico que es introducido en la vagina y se encarga de recoger el flujo menstrual. Para reutilizarla, deberá sacarla del interior de tu vagina, lavarla, preferiblemente con agua caliente, y volverla a introducir. A pesar de su practicidad y de las ventajas que trae para la mujer no es un producto muy popular. De hecho, se estima que la copa menstrual existe desde los años 1.800s y que la copa como la conocemos hoy en día fue patentada en el año 1.937. Es decir, en la misma década en que se patentaron los tampones y muy cerca de la época en la que se crearon las toallas.
De hecho, la copa menstrual se considera tan segura para la salud que históricamente solo se ha reportado un único caso que relaciona la copa menstrual con el síndrome del shock tóxico. Éste fue reportado en el año 2.005 por la Revista Canadiense de Enfermedades Infecciosas y es considerado un caso muy raro y aislado.
A continuación, les presentamos una tabla comparativa donde pueden ver algunos aspectos que consideramos importantes y que deberían ser tenidos en cuenta al momento de elegir qué tipo de producto vamos a usar:
Toalla | Copa | |
¿Cuántas se necesitan durante 40 años? | 14.000 | 4 |
Precio | $ 12.600.000 | $ 320.000 |
Efectos en la salud | Posibles | Prácticamente nulos |
Años en biodegradarse | 7.000.000 | 1.600 |
Reutilizable | No | Sí |
% Comodidad y libertad | 70% | 100% |
Duración Máxima Flujo | 6 horas | 12 horas |
Posible Manchado | Sí | De no introducirse correctamente |
Olores incómodos | Sí | No |
Fácil de poner | Sí | No, al principio |
Así que estamos hablando de un producto reutilizable, costo efectivo, cómodo, sin consecuencias directas en el organismo y amigable con el medio ambiente que estamos dejando de utilizar porque la sociedad de consumo y sus multinacionales más grandes nos han vendido que la solución al “problema” de la menstruación está en las toallas y los tampones. Pero olvidamos, una vez más, ser críticas y cuestionarnos sobre lo que nos dicen que debemos hacer. Hoy quiero invitarlas a que se den la oportunidad de comprar, probar y seguir utilizando un producto completamente amigable con el cuerpo y con el ambiente porque nosotras, las feministas, también somos ambientalistas. ¡Les aseguro que no se van a arrepentir!
Si están interesadas en conocer más sobre la copa menstrual o en comprarla en Colombia, les dejo algunos links de distribuidoras: Bloom Colombia, https://linktr.ee/bloomcupcolombia; La Lunera,http://www.lalunera.com/; Lifecup, http://lifecup.co/; Naturcup, https://naturcupcolombia.com.co/; Eva, https://www.evacopamenstrual.com/ . No duden en contactarlas.
Nota: Gracias a Adriana Bernal por recibirnos en Cali y contarnos sobre su experiencia y sobre los proyectos que se vienen con La Lunera.