Mujeres. En momentos en los que toda la lucha de nuestras antecesoras parece estar al borde de un abismo; en los que la impotencia nos arrebata el aliento; en los que vemos venir un retroceso indefectible en nuestros derechos y los de muchas personas que, como nosotras, han estado siempre al margen del poder y la igualdad; en momentos como el domingo pasado, en el que supimos que volverán y continuarán en el poder gobernantes con visiones y programas que amenazan nuestras conquistas; es en momentos como estos que debemos hacer lo que las mujeres mejor sabemos hacer: resistir.
La resiliencia, mujeres, es inescindible de la experiencia femenina. Resistir es lo que hacemos todas todos los días con actos pequeños, como salir a la calle a pesar del acoso callejero, o ponernos minifalda y beber en una fiesta a pesar de la amenaza de ser violadas o hablar de fútbol aunque no nos crean que podemos hacerlo. Resistir es el arte mejor dominado por nuestras abuelas y por nuestras madres y es el legado más preciado que podemos dejarle a nuestras hijas y a las hijas de nuestras hijas. Es el alimento diario que le permite a nuestras amigas lesbianas y trans vivir y sobrevivir en un mundo que discrimina sin cansancio a quienes tienen una identidad sexual diversa. Si hay algo que atraviesa la vida de todas las mujeres en este mundo es la capacidad que hemos desarrollado para resistir. La feminidad, para mi, equivale necesariamente a la resiliencia.
Mujeres. ¿De verdad se sorprenden de ver que surgen movimientos que pretenden acabar con el nuestro?¿En qué momento creyeron que todo lo que tenemos está asegurado? ¿Acaso creen que una vez conseguidos ciertos derechos no tuvimos que seguir defendiéndolos? Miren. Hace poco menos de dos años, en Polonia, el nuevo gobierno de derecha intentó pasar una ley que prohibía totalmente el aborto, que ya era legal en los mismos tres casos que en Colombia. En China, desde el 2011, la propiedad conyugal le pertenece a la persona que posee la casa y cuyo nombre está en la escritura de la propiedad, que en el 80% de los casos es el hombre. O sea, las chinas que se casan, desde el 2011, no tienen derecho a la propiedad. En Rusia el año pasado se promulgó una ley que despenaliza la violencia doméstica en los casos en que no se causa “daños corporales sustanciales” y no ocurre más de una vez al año. En nuestro país las mujeres solteras y las lesbianas estuvieron a punto de quedarse sin la posibilidad de ser madres adoptivas. Es decir, en Colombia las mujeres tenemos que pelear hasta para que nos dejen ser madres. No exagero. Nuestros derechos más básicos están permanentemente en riesgo.
Pero, ¿saben qué es lo mejor de nuestra historia? Que cuando resistimos, triunfamos. Así triunfaron las sufragistas en Inglaterra y Estados Unidos, que lucharon por el voto femenino durante décadas, y muchas murieron sin ver el fruto de sus huelgas de hambre, tiradas de panfletos, interrupciones de reuniones políticas y numerosas protestas. Así triunfaron Rosa Parks y las mujeres que planearon e implementaron las protestas por los derechos civiles de los afroamericanos en el sur segregacionista de Estados Unidos en los años 50. Así triunfaron Billie Jean King y varias tenistas que se rehusaron a participar de los campeonatos de tenis femenino hasta que los premios fueran iguales a los de los tenistas hombres. Así triunfaron las polacas en el 2016, que con multitudinarias marchas obligaron al parlamento a desistir de esa ley que prohibía el aborto.

Mujeres. Cuando nos unimos, juntamos fuerzas y nos movilizamos intensa y vehementemente, nuestros derechos se fortalecen y nuestro movimiento se revitaliza. Las adversidades, cuando las enfrentamos juntas, nos sirven para recordarnos el poder que tenemos para revolucionar este mundo. Y si bien, como dice Florence Thomas, el feminismo es una revolución silenciosa y pacífica, el feminismo también es una revolución vigente, que se nutre todos los días de nuestra resistencia y de nuestra sororidad, y que por momentos ha sabido subirle el volumen a sus voces cuando estas parecen no ser oídas. ¿No sintieron haber escuchado a las miles de mujeres que salieron en enero del año pasado a protestar en muchas partes del mundo por la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos? ¿No vibraron al escuchar los gritos y llantos de felicidad de las argentinas que la semana pasada lograron que la Cámara de Diputados aprobara la legalización del aborto?

Mujeres, colombianas, ¿estamos listas para hacer que nuestra voz se escuche en todo el mundo el día que pretendan quitarnos nuestros derechos? Sí, mujeres. El día en que quieran hacernos retroceder tenemos que hacernos sentir. Tenemos que salir a la calle y marchar. Tenemos que exigirle a nuestros congresistas que legislen para nosotras, así no tengamos una representación justa en el Congreso. Tenemos que ir a las cortes y exigir que la promesa de igualdad de la Constitución del 91 se mantenga. Tenemos que utilizar cualquier mecanismo de participación ciudadana que nos permita proponer, votar y crear las normas que nos merecemos. Tenemos que seguir denunciando la violencia de género hasta por redes sociales. Tenemos que poder decir fuerte y claro los nombres de las personas que nos abusan, nos violan y nos matan.
Y los días en que todo parece que va por buen camino, debemos permanecer alerta. Hay que decirlo, mujeres, que nos intentarán confundir. Nos dirán que nuestras demandas son injustificadas porque habrá muchas mujeres en el Gobierno que solo por ser mujeres nos representan a todas. Nos dirán que nuestra sociedad todavía no está preparada para que las mujeres lesbianas adopten, pero que en un futuro eso podría pasar, y que nos esperemos. Nos dirán que quieren meter de por vida a violadores en la cárcel, como si de verdad fuera un gesto genuino de solidaridad con nosotras y no una estrategia de populismo punitivo para ganarse nuestros votos. Nos dirán que quieren que la violencia sexual que sucedió en el conflicto armado sea juzgada en la justicia ordinaria, en la que la mayoría de esos crímenes quedan impunes, y no en el sistema de justicia transicional que es la JEP, con el fin de mostrarnos un supuesto compromiso con combatir la violencia de género, cuando en realidad solo nos instrumentalizan para acabar con el único sistema que promete contarnos la verdad de lo que pasó y repararnos por el daño causado, todo por puros egos de machos.
Ahora, tampoco quiero adelantarme a lo que pasará porque no tengo certezas del futuro. Pero de lo que sí tengo certeza es que de nosotras depende que el gobierno que está por comenzar logre todo lo que parece proponer en contra de los derechos de mujeres y minorías. Si desde hoy y por los próximos años le exigimos a nuestros gobernantes que honren nuestros derechos y se abstengan de cercenarlos, podremos contener la catástrofe que muchos y muchas ven venir. Y así como nuestros logros nos han tomado vidas y tiempo, deshacerlos no sucederá de la noche a la mañana… al menos no si no lo permitimos.
Así pues, mujeres, este es mi llamado a la resistencia, a la unión y a la esperanza. A continuar la revolución inacabada que es el feminismo. Nuestra lucha, mujeres, no acabará nunca porque cada paso adelante que damos es un paso más cerca de quienes están al otro lado del campo de batalla. Nuestra lucha, mujeres, no acabará nunca porque incluso el día que hayamos logrado la igualdad total tendremos que seguir luchando para que no nos la arrebaten. Nuestra lucha, mujeres, sigue hoy, seguirá por los próximos cuatro años y por los próximos cuatrenios que le sigan al que comienza este 7 de agosto. ¡Bienvenidas nuevamente y para siempre a la resistencia!
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