Historias de un Call Center

La mayoría de mis días empiezan con la siguiente frase: ¨Hola soy Andrea, y voy a ser tu agente de hoy”. No trabajo en un call center caliente. Trabajo atendiendo a venezolanos que quieren enviar dinero a sus familias en Venezuela. La segunda frase que escucho cuando el cliente es un hombre empieza de la siguiente manera: “Hola linda”. ¿Linda? ¿Me conoces?

Mi columna de hoy es una catarsis, porque estoy MAMADA de que en la oficina me digan que soy linda. No me refiero a mis compañeros ni a mis jefes. Me refiero a los clientes, a los aliados, a las personas con las que me reúno. A personas que no me conocen pero se toman el atrevimiento de empezar o terminar una conversación laboral con “linda”. Estoy mamada porque creo que esto es una gran fuente de machismo, genera inequidad en las relaciones laborales y puede llegar a ser acoso.

Los más mamertos me dirán “ya llegó la feminazi que no quiere que a las mujeres les digan que son lindas”. Pues no, en mi trabajo no quiero que me digan que soy linda. A mi me encanta arreglarme para ir a la oficina: vestirme bien, maquillarme, ponerme tacones. Pero cuando estoy trabajando quiero que aprecien lo inteligente que soy, mi creatividad, mi habilidad para relacionarme con la gente, mis habilidades para hablar en público, mi liderazgo, mi capacidad de alcanzar/cumplir las metas. Básicamente cualquier cosa diferente a ser linda. Cada vez que resaltan de primeras que soy linda, reducen mi valor a mi apariencia. Laboralmente quiero aspirar a más que solo verme linda en una reunión – o en mi caso, en una foto.

Antes de desahogarme más – y vender un par de conversaciones – los contextualizo. Yo trabajo en una plataforma de tecnología dedicada a enviar dinero a Venezuela. Nuestra plataforma corre sobre blockchain, habiendo creado un nuevo token (criptomoneda) para hacer remesas entre países. Mi(s) cargo(s) varían entre ser community manager (el oficial), y ser gerente de producto, responsable del crecimiento internacional de la plataforma, hasta responder dudas de usuarios, aliados y atender la operación de algunos de los países. A mi me contrataron para emprender y hacer crecer una compañía. Para tener tantos cargos es necesario ser más que una carita linda. Soy una adicta al trabajo que pasa sus días contestando chats y diferentes conversaciones de clientes, agentes y otros stakeholders en diferentes canales.

Al ser community manager las comunicaciones a los usuarios salen con mi foto y nombre, una técnica para aumentar la confianza en los usuarios de una plataforma tecnológica nueva (revisen los primeros correos que les llegaron de Rappi o Merqueo para que vean que vienen a nombre de alguien). Además, si entran a la página de la plataforma “Daniela” les envía un mensaje de soporte. Y obvio en la página del equipo también está mi foto. Ya me van a decir que mi primer error es poner mi foto real. Para quienes no entienden que mi foto y mi cuerpo es mio, les recomiendo la columna de la semana pasada, para que entiendan que el problema no es que yo decida mostrar mi cara sino que quienes la ven se sientan con el poder de juzgarme por qué tanto mi cara les place. No se ustedes, pero si yo voy a probar una plataforma nueva espero que la persona que me atienda sea real y no un seudónimo. ¿Y es que tengo que vivir en miedo toda mi vida de mostrar quien soy?

Chat 3
(ignoren mis errores gramaticales por escribir rápido en el computador)

Pero esto no me pasa solo a mí, la que tiene la foto pegada a la marca en cuanta comunicación salga. En atención al cliente trabajamos cuatro mujeres, y Manu. Cuatro mujeres inteligentes, empáticas, con carácter fuerte y bien orgullosas. Procesamos 100-200 transacciones por día, que es una labor ardua, pero cuando se dan cuenta de que somos mujeres nos empiezan a llamar “mi linda”, “amor”, “muñeca”. El trabajo es bastante y el acoso también: a todas nos llegan mensajes invitándonos a salir o pidiendo nuestro número personal. Para esta labor sí apoyo los seudónimos, aquí podemos evitar problemas más grandes. Para los clientes somos: Maria, Andrea, Jan y Penélope (a veces nos gusta darnos algunas libertades artísticas).

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También son los posibles aliados que he buscado/encontrado en otros países:

¿Qué carajos piensan los hombres que nos coquetean por un chat? ¿Qué por sus bonitas respuestas cuando hacemos nuestro trabajo nos van a conquistar? ¿Qué estamos tan desesperadas para salir con el primero que se aparezca? ¿Qué van a tener un trato preferencial por coquetearnos? NO, NO Y NO. Lo único que estás haciendo es hacerme sentir incómoda. Porque cuando estoy intentando construir una relación de trabajo y una relación de iguales para un propósito laboral, tú, huevón, me minimizas a mi apariencia. A lo que crees que yo soy y lo que una mujer debe representar para ti: algo que te atraiga. En mi trabajo yo quiero ser un par, una persona que no le queden chiquitos los retos y que puede lograr todo lo que se proponga.

Todos estos comportamientos se me hacen un síntoma de la cultura de acoso en la que vivimos. Una sociedad donde el hombre se siente en el derecho de apropiarse del cuerpo de las mujeres como desee. Muy parecido al acoso callejero, donde los piropos tienen el objetivo de recordarte tu papel a partir del cuerpo en que naciste: como mujer eres una provocación al deseo irrefrenable del hombre. Hombre, tu piropo por un chat es igual a un piropo por la calle: indeseado de un desconocido, un acoso en mis labores diarias. Y uno que es más difícil de ignorar porque te tengo que seguir atendiendo o tengo que seguir trabajando contigo.

¿Y qué hacer ante eso?, responder esos mensajes siempre es una jartera: o es hacerse la loca riéndose y siguiendo la conversación, con lo cual me siento plenamente culpable, o enfrentar a las personas y que te respondan que eres una histérica, o una grosera o saber que puedes perder por lo que has trabajado.

Estoy mamada que en mi trabajo se refieran a mí sólo como “linda”. Querido hombre: en mi trabajo quiero tu respeto y tu admiración. No tu lujuria ni tus fantasías. Quiero que trabajemos como pares para construir cosas más grandes. No necesito de tus palabras para reafirmarme que soy linda, pues yo lo sé. Te pido que te concentres en lo que te concentrarías estando con un par: en el trabajo.

Si me preguntan cuál es mi respuesta ideal cuando alguien se da cuenta que soy una mujer jóven, es esta:

Chat 6

Un comentario sobre “Historias de un Call Center

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  1. Uy Daniela, me ha pasado mil veces frente a frente, el 80% de las veces sin importar el cargo de mi interlocutor, le pido Sr. X mi nombre es Diana y no me siento cómoda que me llames: linda, nena, flaca, Churra. La respuesta generalmente es de jajajajaja tan intensa, a lo que respondo amablemente no, no es chistoso. Y siempre terminan disculpándose.

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