Desde hace dos meses y medio un grupo de manifestantes se ha tomado París, así como cientos de rotondas y carreteras a lo largo de Francia para expresar su ira por el aumento del costo de vida, la pérdida de poder de compra, los impuestos y las reformas sociales. Las protestas de los llamados “Gilets Jaunes” (o Chalecos Amarillos en español) han sido el escenario para evidenciar la creciente frustración de los ciudadanos con el Presidente Emmanuel Macron, los partidos políticos tradicionales y el sistema liberal francés.
Desde que los Gilets Jaunes empezaron a manifestarse en Francia, sentí miedo. Yo, que no me pierdo una marcha, que veo en las manifestaciones sociales un poder emancipador conmovedor, que entiendo y comparto la indignación hacia este sistema capitalista que obliga a las personas a sobrevivir en vez de vivir y que excluye a los más vulnerables de la sociedad, no pude evitar sentir que con los Chalecos Amarillos algo andaba mal.
He visto a muchos amigos y conocidos interrogarse por este movimiento. He visto cómo comentaristas de televisión en Colombia y otros países intentan explicar lo que está pasando y he visto a conocidos expresar apoyo por las manifestaciones. Y quiero tomarme este espacio para explicarles, por un lado, de dónde salieron los Chalecos Amarillos y por otro, por qué, a pesar de que sus reivindicaciones son más que legítimas, los Chalecos Amarillos son un mal augurio para los derechos de las mujeres, de otras comunidades oprimidas y de la justicia social en general.
1. ¿Por qué empezaron las protestas
“Fin del mes, fin del mundo. Mismos responsables, mismas soluciones.“ Foto “Manifestation gilets jaunes du 15 décembre” © Thomas JOUHANNAUD
Las protestas empezaron en noviembre del año pasado cuando el gobierno francés anunció un impuesto a la gasolina con el objetivo de combatir el cambio climático y financiar programas ecológicos. Sin embargo, el movimiento evolucionó rápidamente para incluir todo tipo de frustraciones sociales. Los Gilets Jaunes no son un grupo homogéneo, no tienen un líder identificable ni una plataforma clara para exigir reformas. Son un grupo amorfo, cambiante y cuya única reivindicación común parece ser la ira. Son, en otras palabras, la encarnación de la furia del hombre blanco.
2.¿Quiénes protestan?
Todos los análisis del movimiento de los Chalecos Amarillos enfatizan el hecho de que los manifestantes son principalmente franceses de zonas periurbanas o rurales. Representan a esta Francia “interior” que se siente continuamente excluida por la Francia de las grandes ciudades y por las élites intelectuales y económicas. Una Francia de clase media baja, con un nivel de educación básico. Una Francia blanca. Una la Francia que gana escasamente un poco más del salario mínimo y que en consecuencia no puede acceder a las ayudas sociales disponibles para los ciudadanos más pobres. Una Francia que ejerce labores manuales donde cada vez hay menos empleo. Una Francia intermedia. Una Francia que, a pesar de todo esto, cuenta con muchos privilegios, incluyendo aquel de ser blanco y nativo.
La consecuencia de estos privilegios es que los Chalecos Amarillos, como movimiento de resistencia, han sido tratados de forma muy diferente a otras manifestaciones ocurridas en el pasado. Podemos hacer un paralelo, por ejemplo, con los disturbios del 2005. Un movimiento de protesta surgió en los suburbios más pobres y abandonados por el Estado francés (que, no por coincidencia, son aquellos en los que viven las poblaciones racializadas y las familias inmigrantes), tras la muerte de dos adolescentes africanos en enfrentamientos con la policía. Durante varias semanas, los habitantes de estos suburbios a lo largo de todo el país manifestaron su furia hacia las políticas de exclusión y la discriminación de las fuerzas del orden. El movimiento fue ampliamente caracterizado por los medios y por los franceses como un movimiento de vándalos. En cambio, los Chalecos Amarillos, que han mostrado altos niveles de violencia, tienen el apoyo del 70% de la población francesa, a pesar de los episodios de violencia que se han presentado.
Chalecos amarillos 2018 Disturbios del 2005
¿Cómo explicar esta diferencia? Ambos grupos denunciaban situaciones de precariedad y un trato injusto por parte del gobierno. Ambas reivindicaciones son completamente legítimas. Creo que la diferencia en el trato tiene que ver, en gran parte, con la población que ha impulsado y participado cada una de estas manifestaciones.
Otra consecuencia que resulta de la composición de la población manifestante es que hay una marcada tendencia política hacia la derecha. Desde el principio de las manifestaciones tuve miedo de que los Chalecos Amarillos fueran un caldo de cultivo (por usar la expresión de Gabriel Camargo) de la extrema derecha.
3. ¿Cuáles son sus reivindicaciones?
“Menos migrantes, menos impuestos” Foto tomada de Samizdat.net
Aunque la falta de organización del movimiento ha dificultado en gran medida la identificación de reivindicaciones específicas, hay una tendencias que vale la pena resaltar. En primer lugar, la furia de los chalecos amarillos no está dirigida contra el status quo. Sus reivindicaciones no invitan a un cambio radical del sistema y tampoco reconocen los problemas sociales estructurales que implican que la vida en Francia es cada vez más difícil para las personas de cierto género, color de piel o religión. Al contrario, la reivindicación parece ser volver a un status quo anterior. En las manifestaciones, casi siempre plagadas de violencia, se invisibiliza la opresión de las comunidades más vulnerables para dar protagonismo al inconformismo mucho más virulento de la clase media y blanca.
En segundo lugar, y muy ligado al anterior, es una furia que se presta perfectamente a los chivos expiatorios. Me explico: el discurso de los Chalecos Amarillos no identifica las causas estructurales de la situación actual. Es una dolorosa verdad que en Francia muchas familias no tienen con qué llegar al final del mes, no alcanzan a pagar la cuenta de la calefacción y les toca acostar a dormir a sus hijos en casas heladas. También es cierto que muchas personas están sujetas a contratos laborales precarios o que la carga del sistema social reposa desproporcionadamente sobre la clase media. Pero a pesar de que las causas de esto son sistémicas e históricas y están profundamente ligadas al contexto francés y europeo, los chalecos amarillos han encontrado enemigos mucho más ambiguos y superfluos. Denuncian a las élites, a los medios, a los inmigrantes, al “otro”. Su discurso se me parece mucho al discurso populista que tanto espacio ha ganado en la política europea del siglo XXI.
Basta ver algunas de las reivindicaciones para confirmar que los Chalecos Amarillos se van a volver una nueva piedra en el zapato para las causas sociales. Por ejemplo, estos manifestantes publicaron una lista de 42 peticiones de las cuales 4 se centran en el tema de la inmigración e incluyen:
1. “Que las causas de la migración forzada sean tratadas;
2. “Que los solicitantes de asilo sean tratados bien. Les debemos una vivienda, seguridad, alimentación y educación para los menores. Trabajar con la ONU para que se creen campos de acogida en diversos países mientras se examina la demanda de asilo;
3. Que las personas cuya demanda de asilo sea rechazada sean expulsados a la frontera;
4. Que una real política de integración sea puesta en obra. Vivir en Francia implica volverse francés (cursos de lengua francesa, de historia de Francia y de educación cívica con un certificado exigido al final del curso)”.
Me gastaría una columna entera en explicar lo xenofóbico y problemáticas que son estas propuestas. Y eso es trabajo para otro día. Pero lo que me interesa evidenciar aquí es lo peligroso que es que un grupo de hombres blancos en cólera se tomen la atribución de imponer políticas en temas tan importantes. Dentro de las peticiones de los Chalecos Amarillos se evidencia muy claramente un deseo de volver a una especie de democracia de las mayorías. Otra de sus reivindicaciones es el uso del referendo para aprobar los temas de actualidad más importantes. Esta democracia de las mayorías casi nunca es aliada de los derechos de las minorías. Pretender, como lo hacen ellos, que ciertos derechos fundamentales sean sujetos a la aprobación por parte de la población civil es extremadamente peligroso. Las personas tenemos derechos intrínsecamente por nuestro estatus de persona, no porque una mayoría esté de acuerdo con que los merecemos.
Además, ya ha habido varios grupos de derecha que han intentado usar el momentum del movimiento para poner en el centro del debate temas como la prohibición del matrimonio homosexual, prohibición de la IVE, retorno de la pena de muerte, que se limite la inmigración y que se controle la expansión del Islam.
4. ¿Quién apoya la protesta?
“La extrema derecha es la enemiga de las luchas sociales” Foto tomada de ahorde.samizdat.net/2018/12/29/gilets-jaunes-lextreme-droite..
Mi aprehensión por el movimiento se ha visto constantemente reforzada a medida que han salido a la luz los toques racistas, homofóbicos y antisemitas de la misma. No solo el hecho de que los manifestantes usan los insultos homofóbicos “enculé” (sodomizado) y “pédé” (maricón) luego de cada tres palabras, sino que rápidamente empezaron los ataques personales. Slogans como “Macron es la puta de los judíos”, gritos de “Devuélvete a África” y ataques a parejas homosexuales ya han sido reportados en más de una ocasión. Muchas manifestaciones sociales se enfrentan en algún momento a denuncias de discriminación (solo hay que ver lo que pasó con el Women’s March y las denuncias por antisemitismo) pero con los Chalecos Amarillos parece ser fundacional. No por nada el partido político más representado entre los manifestantes (con un 40%) es el Frente Nacional (hoy llamado Rassamblement Nacional), que es el partido de extrema Derecha francés liderado por Marine Le Pen.
Este partido encontró en las manifestaciones una mina de oro. Ha usado el movimiento para avanzar una narrativa de extrema derecha de manera muy efectiva. Y muchos de los manifestantes están de acuerdo con lo que el partido les propone. Un ejemplo de esta cooptación se dio un mes después del inicio de la protestas, cuando Emmanuel Macron hizo una alocución en televisión en la que, entre otras cosas, anunció un aumento del salario mínimo. Como respuesta a la alocución, un representante del Rassamblement National sentado al lado de dos manifestantes dijo, en televisión pública y sin ningún tipo de contextualización, que los problemas de Francia no se arreglaban subiendo el salario mínimo, sino deteniendola inmigración, pues los franceses estaban cansados de que su país fuera inundado por personas que no aportaran nada o no trabajaran. El representante acusó al Presidente de haber vendido el país al firmar la Declaración de Marrakech, cuyo objetivo es promover la migración segura, ordenada y regular. Este discurso fue posteriormente repetido por algunos manifestantes de los Chalecos Amarillos entrevistados por los medios.
Los movimientos feministas, antirracistas y LGBT han tenido muchos problemas para hacer cara al movimiento de los Gilets Jaunes. Por un lado, entienden las frustraciones de base del grupo, pero por otro, no saben cómo conciliar la solidaridad con esta clase media en cólera con las derivaciones del movimiento hacia la extrema derecha. Algunas asociaciones han llamado a la convergencia de luchas. Algunos grupos feministas y queer han salido a manifestar para evidenciar que la precariedad social contra la que marchan los Chalecos Amarillos afecta desproporcionadamente a los cuerpos racializados, a las mujeres y a las personas queer. Pero muchos otros se niegan a legitimar la narrativa que ha resultado de este movimiento.
5. ¿Cómo debemos reaccionar ante este movimiento social?
Tenemos que estar conscientes de que el movimiento de los Chalecos Amarillos incluye un grupo heterogéneo de personas. También de que las protestas han nacido de problemas sociales reales y que la cólera de los manifestantes es legítima. Pero no por eso podemos justificar la marcada presencia de la extrema derecha dentro de sus rangos. Y mucho menos podemos olvidar lo problemáticas que son las reivindicaciones de los Chalecos Amarillos con los derechos de los inmigrantes.
Los Chalecos Amarillos son una manifestación de ese populismo de derecha que eligió a Trump, Bolsanaro, Orban y Duterte y que sacó al Reino Unido de la Unión Europea. Y si algo hemos aprendido de este populismo de derecha es que no es un aliado de las mujeres, de la población LGBT y queer, de los cuerpos racializados o de los inmigrantes. Al final del día podemos argumentar que tampoco es un aliado de la clase media que los puso en el poder.
El problema con la furia del hombre blanco es que no le importa sacrificar los derechos de las poblaciones más oprimidas para recuperar su comodidad y privilegio. Por eso no basta con mirar a los Chalecos Amarillos con desconfianza. Necesitamos un plan de contingencia para defender nuestros derechos.
Tenemos que tomarnos en serio el sufrimiento de las personas que están saliendo a manifestar. La cólera por el aumento del costo de vida, la pérdida de poder de compra, los impuestos y las reformas sociales son preocupaciones legítimas que deben ser tomadas con seriedad. Pero es importante también resaltar que los defectos del sistema social francés afectan desproporcionadamente a las mujeres y a otros grupos excluidos. Si no cabemos todos dentro de las reivindicaciones, no es un movimiento pro justicia social. Solo es un movimiento pro privilegios del hombre blanco.
María Paula, gracias por tu publicación
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