Foto tomada de la página de Facebook del colectivo NÓTT.
La misma feminista que a veces sale a la calle a marchar por los derechos de las mujeres a veces sale a bailar a pasar un buen rato. Esto lo confirmó la pola Sintura cuando nos contó sobre su fascinación por el reguetón (y cómo esto no le impedía ser feminista) y ahora lo confirmaré yo, pues este artículo es el resultado de mi obsesión por un género musical menos popular en Colombia y América Latina, que es la música electrónica. Así es, mientras que Sintura “pierde el control” de su “respuesta pélvica” cada vez que escucha reguetón, yo les escribo desde Miami y en tan solo dos días asistiré al Ultra Music Festival, uno de los más grandes festivales de música electrónica.
Y decidí aprovechar estos días para realizar una corta investigación sobre la música electrónica y su relación con el feminismo. Porque la verdad es que no se necesita ser amante de este género musical para darse cuenta de que la gran mayoría de los DJs más conocidos y escuchados son hombres. Esto no quiere decir que deba renunciar a mi sueño de ir al Ultra y que necesariamente deba interesarme por géneros en los que exista más diversidad. Quiere decir que, como buena feminista y como buena pola, debo consumir esta música de manera crítica, como lo hace Vanessa al no perderse los reinados de belleza y los desfiles de moda o como lo hace Sintura al bailar reguetón.
Consumir la música electrónica de manera crítica implica preguntarse qué está pasando con las mujeres en este campo y sobre las luchas que ellas están dando para que su voz sea escuchada. Porque si algo hemos aprendido las feministas es que siempre hay mujeres, que la excusa de que no las hay está mandada a recoger y que lo que se necesita es querer buscarlas. Yo en este caso quise buscarla y la encontré: una DJ que además de ser mujer, ¡es colombiana y abiertamente feminista! Mi conversación con ella es importante porque sé que cualquier feminista (incluso la más lejana de la música electrónica) podrá sentirse identificada con los obstáculos que enfrentan las mujeres que buscan desempeñarse en esta profesión.
Juliana Cuervo Muriel es de Medellín. Estudió Dirección de Cine y actualmente trabaja como ilustradora para un estudio de diseño en esta ciudad. Es DJ en las noches y en los fines de semana y confiesa que cada vez le es más difícil reconciliar esto, pues cada vez recibe más invitaciones a participar en toques. Me cuenta que empezó a mezclar en 2008, no porque haya tomado clases sino porque una amiga del colegio que sí tomó clases le enseñó a ella. “Lo chistoso es que mi amiga no siguió y yo sí le seguí dando,” señala. “Fui muy nerd a la hora de investigar.” Su plan nunca fue dedicarse a la música electrónica, pero sí considera que su aprecio por la música en general tuvo algo que ver: “Tuve una adolescencia muy dura y la música me salvó. En la música encontré un refugio especial a esa mamera que es la adolescencia. Un acompañamiento en lo bueno y en lo no tan bueno.”
Juliana comenzó a acercarse a la música electrónica en un momento en el que, en Medellín, el género musical tenía una estrecha relación con el narcotráfico: “Si ibas a una fiesta, seguro estaba llena de gente maluca. Me pongo a pensar que yo iba sola y que ir a esas fiestas era exponerse a mucho peligro.” Señala con entusiasmo que esto ha cambiado para bien: “Hoy la música electrónica es de contrastes. Antes veías gente rica y gente asociada con el narcotráfico, ahora ves una audiencia mucho más diversa.” Este se debe, en parte, a que mucha de esa “gente maluca” de Medellín ha migrado a otros géneros musicales (por ejemplo al reguetón), pero también a que muchos subgéneros de la música electrónica han empezado a sonar en rumbas alternativas o queer tanto a nivel nacional como internacional. Yo me pregunto si esto se debe a que es música más bien libre de roles de género, porque para bailarla no necesitas que tu pareja sea del sexo opuesto (la verdad es que ni siquiera necesitas tener pareja para bailarla). Esto ha permitido la consolidación de colectivos alternativas o de DJs mujeres, como es el caso de Discwoman, que desde 2014 organiza festivales en los que los DJs invitados siempre son mujeres. Sus fundadoras se conocieron en la rumba queer de la ciudad de Nueva York y, según la Revista Rolling Stone, las tres compartían un interés por llevar ese “sentido de bienvenida” que ellas sintieron con esta música a mujeres jóvenes y personas de la comunidad LGBTI. También está female:pressure, una red de artistas de IDM (música inteligente de baile, por sus siglas en inglés) mujeres, trans y no binarios que además de mezclar, han venido publicando cifras para revelar las desigualdades de género que existen en el campo.
Juliana señala que este aumento en la diversidad ha cambiado el chip de muchas mujeres interesadas en ser DJs: “Más allá de las pocas oportunidades que tenemos, tampoco había muchas mujeres empoderadas en el tema. Les daba miedo acceder a la tecnología, entenderla, les daba miedo aprender a mezclar.” Algo similar afirma la DJ polaca Chloe Martini al sugerir que “Los hombres siempre han sido más cercanos a las profesiones técnicas y tecnológicas. Pero las mujeres no deberíamos sentir miedo porque una vez lo aprendes, tienes mucha libertad. Y entre más mujeres mostremos mezclando, más mujeres se sentirán atraídas por la idea.”
Este asunto de los miedos y las barreras interiorizadas que tenemos las mujeres no es algo particular al campo de la música electrónica—y tampoco lo son las barreras externas que Juliana y muchas DJs se han encontrado en su desarrollo profesional. “Muchas veces me dijeron que las mujeres no estábamos listas, que no era el momento de las mujeres,” me cuenta Juliana. Esto de que no es nuestro momento parecer estar tan consolidado que en el listado anual de los top 100 DJs de la Revista DJ Mag solo hay 6 mujeres y la primera de ellas está en el puesto 27. Para que se rían un rato, en 2015 esta revista les preguntó a algunos de los DJs en el ranking cómo explicaban la notoria falta de DJs mujeres en este. Aunque algunas respuestas son acertadas y hablan de asuntos como la discriminación sistemática, otras solo confirman el sexismo tan explícito que existe en este campo (el DJ suizo Mike Candy respondió que para los hombres era mucho más fácil ser grandes entretenedores, porque los DJs necesitaban ser “poderosos, ruidosos y extrovertidos”).
Juliana también me cuenta que hace algunos años, cuando la empezaron a invitar a toques, le hacían recomendaciones sobre su apariencia: “Líderes de ciertas promotoras me decían que no me exhibía lo suficiente, que debería explotar más mi belleza. Me gusta la ropa básica, la ropa práctica. Una camiseta negra, unos tennis y jeans.” Situaciones como esta demuestran que participar en la escena electrónica no es suficiente, pues la idea no es hacerlo reiterando la objetivización o los estándares sexistas de belleza. Por eso es tan esencial contar con colectivos de DJs mujeres como Discwoman, female:pressure y NÓTT, fundado por Juliana, María Arango y Andrea Arias, que cuando mezclan, están luchando contra las inequidades de género. “Me dicen que me quite eso de ser feminista, que no me va a ir bien, que eso está mal visto que no me politice. Como si uno quisiera ponérselo y quitárselo. Pero es que no se trata de politizarlo, lo yo veo todo político. Hasta yo lo dudé, alcancé a pensar que sí, pero hoy en día me reafirmo en esto y me sostengo hasta que me muera.”
Algo más que me llamó la atención de mi conversación con Juliana es que ha encontrado resistencia al feminismo en algunas de las mujeres que ya son exitosas en el campo: «Cuando empezamos NÓTT, nos veían súper mal algunas mujeres. Las que tienen un puesto significativo en la escena son a las que menos les interesa hablar de feminismo, esas que ya «la lograron» y que en algunos casos lo hicieron sacándole provecho a la objetivización de su cuerpo. Algunas incluso hablan mal del movimiento, dicen que solo es un tema de moda. Sí, puede que esté más de moda, pero es una lucha que ha estado muchos años y ellas no se han enterado de esto. Con las mujeres con las que menos me interesa trabajar.»
A pesar de todo esto, Juliana cree que estamos en un “momento importante” para las DJs mujeres “que tenemos que seguir cuidando en el tiempo. Lo que yo veo hoy no lo veía hace 6 años, el coletazo de lo que está pasando en la escena global se demoró en llegar a Medellín, pero llegó.” Le pregunto cuáles son sus DJs favoritas y algunos de los nombres que me menciona son Helena Hauff, Lena Willikens y Nina Kraviz. “Son mujeres que se han ganado el apoyo y el respeto de la escena sin caer en el estereotipo de mujer, inspiran mucho, saben lo que quieren, lo buscan y no caen en un deber ser.” A nivel nacional me menciona a Adriana López y Alejandra Sánchez: “Me pongo muy feliz cuando les va bien, ellas solas es han labrado su camino.”
“La música no tiene la culpa, lo que hay que cambiar es la situación actual de la escena,” dice Juliana. Me identifico mucho con ella (y estoy segura de que muchas de ustedes lo harán) cuando me cuenta que hay momentos difíciles en los que ella y sus colegas de NÓTT “tenemos la pila así súper baja” y que luego pasa algo que otra vez las anima: “Momentos en los que nos damos cuenta que lo que estamos haciendo está bien y que vale la pena.”
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