Lectura para locas y locos

por: SinturaConEse

Como lectora y literata me he encontrado muchas veces (como seguramente también muchos otros lectores) con la idea de que una novela es LA gran novela de un país o de una época o que el poeta fulanito o la escritora fulanita fueron los grandes cronistas de su tiempo. Y luego voy y leo esas grandes novelas o a esas grandes autoras cuyos textos pertenecen en las cápsulas del tiempo enviadas al espacio para que los extraterrestres sepan quiénes somos y cómo vivimos, y me doy cuenta que, por mucho que disfrute otros aspectos de la narración, no veo cómo esa historia representa a toda una época, a una generación, o a todo un país, o a una comunidad. Y es que, claro, las únicas personas que pueden sentir y confirmar esa apreciación son las personas retratadas simbólica y metafóricamente en esas ficciones.

Así que, al leer Mi Navidad en un psiquiátrico de Mariángela Urbina, experimenté, tal vez por primera vez, la sensación de que un libro encapsulaba MI época, a MI comunidad, con sus valores, y sus conflictos. Debo confesar que le entré al libro con la sospecha propia del esnobismo cultural que cultivamos quienes nos dedicamos a los estudios literarios. Finalmente, esta es la obra debut de una periodista cuyos textos jamás había leído. Pero me ganó la curiosidad por ver qué sale de la pluma de una mujer de mi generación cuyas preocupaciones son, claramente, muy similares a las mías (ella desde Las Igualadas, yo desde SietePolas). Debo confesar también que me ganó el morbo. Cómo así que un psiquiátrico (¿me va a contar cómo es eso por dentro?) y cómo así que en navidad (que es para mí la época más paila del año) y cómo así que está basado en una experiencia real (de alguien que admiro y cuyos fracasos y debilidades no creía posibles).

Así que me descargué la muestra del libro en mi Kindle y lo empecé a leer como quien no quiere la cosa, mientras esperaba que despegara el avión en el que me acababa de montar. Error. Me gané una vaciada de la azafata porque, cuando llegué al final de la muestra, ya estábamos a punto de despegar y yo no me aguanté y saqué el celular, conecté mi Kindle al wifi móbil y descargué el libro cuando las llantas del avión ya no tocaban el suelo.  Tal fue mi urgencia por seguir leyendo, cuando iba a tan solo diez o quince páginas del inicio.

Cuando digo que este libro retrata MI época y a MI comunidad, quiero decir que habla sobre esta generación sánduche que somos los millenials. Esa generación atrapada entre los valores conservadores del pasado y la apertura casi infinita a las posibilidades que este presente tan tecnológico nos ofrece. Los que crecimos con papás que estaban experimentando con nuevos modelos de educación y que, con las mejores intenciones, nos asfixiaron con su sobreprotección y con sus aspiraciones de grandeza para nosotros. Y habla también sobre cómo es ser una mujer millenial, con todas las exigencias de este mundo globalizado por un lado y nuestro afán (cultivado en un entorno machista) por complacer y cumplir con todo lo que nos imponen y curar con nuestro amor y entrega a todos los machitos torturados con los que crecimos.

Con este libro descubrí que la característica determinante de la millenialidad es nuestro deseo por la locura ajena. Así es. En medio de las expectativas por romperla en la vida mientras creemos, por lo que vemos en redes, que todos los demás la están rompiendo,  todos estamos al menos mínimamente locos. Al “trabajólico” le envidiamos su ‘disciplina’, aunque su adicción al trabajo lo haya llevado a un colapso nervioso. A la ‘influencer’ de moda o a la modelo, le envidiamos su figura o su estilo de vida, aunque tengamos más que claro que lo que tiene no se logra sin sacrificar algo mucho más grande. Al que por experimentar con drogas terminó en el psiquátrico le preguntamos que si la experiencia valió la pena, que si nos estamos perdiendo de algo. Nuestra locura es envidiarle la locura a los demás mientras nos hacemos los pendejos con nuestra propia locura, nuestras ansiedades, y nuestra depresión, porque tenemos los ojos en la meta.  Si se atreven a confrontar a su loca interior, lean este libro, vale la pena. Y si no lo hacen, claro que se están perdiendo de algo.

«Al menos los locos de aquí son conscientes de su locura. Los otros, los de mi mundo, o los que van a trabajar de ocho a cinco, o sus jefes, o los dueños del planeta, van en piloto autómatico sin hacerse ni una sola pregunta,» dice Mariángela en su libro. Gracias por desconectar mi piloto automático, le digo yo a ella.

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