“Pao, tú tienes sesgos inconscientes.” ¿Sesgos qué? Fue la primera pregunta que me hice la primera vez que escuché sobre este tema.
Los sesgos inconscientes son asociaciones mentales no intencionales y automáticas basadas en género, clase, raza, etnia, creencias religiosas y otros rasgos similares (OIT, 2017). Muchas veces estas asociaciones se definen como prejuicios a favor o en contra de una persona, en comparación con otra, de manera injusta (Vanderbilt, 2016). Esto implica que los sesgos inconscientes llevan a que algunas personas se benefician y otras son penalizadas.
¿Cómo así que yo tenía sesgos inconscientes? No, no. Yo tan feminista, tan consciente de las desigualdades, ¿cómo iba a ser posible que la manera en la que pensara y actuara perpetuará la desigualdad? Pues la verdad es que todas las personas tenemos sesgos inconscientes. Cuando nos piden que pensemos en una persona que maneja un avión, normalmente vamos a pensar en un hombre blanco. Cuando nos dicen que la multinacional más grande del mundo acaba de nombrar a su nuevo presidente, lo más probable es que nos imaginemos a un hombre blanco. O cuando pensamos en que se vienen las elecciones, los líderes que esperamos que ganen normalmente serán hombres de piel blanca. Con estos tres ejemplos podemos ver un sesgo claro, sea de género o sea de raza, y esto no quiere decir que automáticamente nos convirtamos en 100% machistas o racistas, pero sí nos da una idea de lo que consideramos que es «normal».
Los sesgos están presentes en nuestra cotidianidad y nos afectan a todas las personas por igual. Hace poco me ofrecieron un trabajo en el que lideraría un área y contaría con un equipo, la persona que me lo ofreció expresó que para él era importante que el equipo que yo tuviera me respondiera exclusivamente a mi. En ese momento yo empecé a sentir una incomodidad y pensé, ¿pero a mi quién me va a ver como jefe? Seguro no me van a creer y van acudir igual a mi jefe. Estos pensamientos que pasaron por mi cabeza parten de dos cosas muy importantes: la primera es el síndrome del impostor, que es una manifestación psicológica en la cual mayoritariamente las mujeres sentimos que no somos suficientes y que somos un fraude aún cuando la evidencia demuestra capacidad e inteligencia. La segunda es el sesgo inconsciente de que una mujer no puede liderar equipos, o al menos no es normal que lo haga. Los sesgos los tenemos tan interiorizados que pueden afectar lo que pensamos de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por fortuna, lo identifiqué rápidamente y corregí mi pensamiento. Pero el punto es que lo sesgos inconscientes nos llevan a tomar decisiones alejadas de la realidad y basada por prejuicios.
Específicamente, los sesgos inconscientes de género afectan a las mujeres profundamente en el mercado laboral, pues llevan a situaciones tipo “las mujeres deben estar en la casa y permanecer en ella”, creando presiones sociales para que estas no ingresen al mercado laboral y perpetuando el imaginario y sesgo de que está bien que no lo estén. Recordemos que en Colombia la tasa de desempleo femenina es del 13% mientras que la de los hombres del 8%. Otro ejemplo de un sesgo inconsciente en género es cuando en un equipo deciden quién debe viajar a presentar un proyecto, y descartan a una mujer porque “¿quién se va a quedar cuidado a los niños?”, haciendo que la participación y disposición a aumentar experiencia y tener protagonismo no sea una decisión propia de la mujer, sino una decisión tomada por alguien más y sus sesgos.
Seamos más conscientes de lo inconscientes que somos con nuestros sesgos. Y para esto les propongo las siguientes acciones (que se las aprendí a Aequales) para darnos cuenta y cambiar nuestro comportamiento y entorno:
- No a la intuición: eliminemos el “mi intuición me dice que Fulanite no puede”. La intuición es la peor enemiga de la objetividad.
- Hagámonos preguntas antes de suponer: cuando supongo algo, hay una alta probabilidad que no haya hechos detrás. Preguntemos siempre.
- Cuestionar las relaciones fuertes que tengo sobre ciertas cosas: por ejemplo, mini falda→ puta.
- Hacer un esfuerzo consciente de normalizar lo que no es esperado: Yo no espero una mujer piloto, normalicémoslo.
Para cambiar los sesgos inconscientes debemos crear acciones enfocadas en cambiar nuestro entorno. Cambiar situaciones diversas e inesperadas en situaciones normales. Nuestra responsabilidad está en volver normal: una mujer en silla de ruedas siendo CEO de una empresa, montarnos a un avión y ver un hombre afrodescendiente de piloto, encontrar a los hombres siendo responsables al cuidado de los niños o ver a mujeres dirigiendo un país.
Invitación aceptada. Una manera muy sutil de invitarnos a todas(os) a abrir aun más los ojos. Gracias
Me gustaMe gusta
Me pasa cuando, por ejemplo, voy caminando y siento más desconfianza del habitante de calle que del bien vestido de al lado. Gracias por compartir
Me gustaMe gusta