AMLO: Lejos de ser el mandatario que necesitamos las mujeres, menos en tiempos de COVID-19

Imagen de @santiago_arau

Llegué a vivir en México en septiembre del año pasado. En mis primeros meses, me llamó la atención que no había conocido una sola persona nacida en México que me hablara bien del desempeño de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como presidente del país. Por un momento pensé que debía conocer e interactuar con otro grupo de la población para encontrar una percepción distinta pero no fue así, la percepción negativa se mantuvo. Su aprobación actual se encuentra en el 48% de la población, de acuerdo a una encuesta hecha por Consulta Mitofsky.

Después de 6 meses viviendo en este maravilloso país, le doy la razón a dicha percepción. Puedo decirles que nunca pensé que ningún mandatario internacional podría sorprenderme más que Trump o Bolsonaro, y en ocasiones AMLO sí que lo hace.

Para nadie es un secreto que la violencia contra la mujer que se vive en México es desgarradora. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), los feminicidios han aumentado en un 137% en los últimos 5 años, y junto al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGUI), señalan que 10 mujeres son asesinadas a diario en el país y se estima que 1 de cada 10 feminicidios, es contra niñas o adolescentes. La realidad es que no se sabe con certeza cuántas mujeres son víctimas de feminicidios en México: el SNSP afirmó que el año pasado hubo 890 feminicidios en el país, mientras que el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios reportó más de 3.000. La razón es que no todos los estados tienen el feminicidio como un delito dentro de su Código Penal y, así lo tuviesen, se conocen cientos de casos de funcionarios públicos que no realizan el proceso de la manera correcta.

De hecho, un análisis de Lisa Sánchez, maestra en Gestión Pública y Gobernanza y en Ciencia Política y actual directora de México Unido Contra la Delincuencia, reveló que en el año 2019 el 10% del total de investigaciones iniciadas por delitos del fuero común se registraron como casos de violencia familiar, es decir, alrededor de 202.409 casos. El análisis de Sánchez también arrojó que dentro del instrumento de registro del SNSP la categoría en la que más investigaciones se realizaron a nivel nacional fue la de violencia familiar.  

Y pareciera que el gobierno, en cabeza de AMLO, viera todo esto como un mal menor. Es el mismo presidente quien en varias ocasiones ha demostrado el desdén que siente frente a los temas de género. De hecho, tuvo el descaro de afirmar que los medios estaban manipulando los feminicidios y que aprovechaban para hacer una campaña en su contra o decir que el neoliberalismo era el responsable del aumento que han tenido los feminicidios. Este último argumento ya todos lo conocemos porque siempre que su gobierno tiene un problema, es culpa del neolibralismo. Siempre busca culpables sin mencionar ni una sola medida efectiva que esté tomando el gobierno para atacar esta problemática.

Adicional a lo anterior, AMLO aparentemente ignoraba que el #8M se iba a realizar la marcha de conmemoración del día de la mujer y que el #9M se iba a realizar el paro nacional de mujeres, a pesar, que las organizaciones feministas llevaban tiempo informándolo y varios medios a nivel local e internacional lo estaban cubriendo. Y no solo los ignoró, sino que había programado una subasta con precios accesibles para la gente y la venta de los boletos para la rifa del avión presidencial.

Lo que nos ha dejado ver AMLO es “lamentable”, la misma palabra que él utilizó para referirse al feminicidio de Fátima, pero también es su poca sensibilidad, mínima empatía, nada de indignación y poca acción frente a una problemática que pide a gritos la intervención estatal para el desarrollo de políticas públicas efectivas que vayan en pro de la protección de las mujeres. 

Y con el manejo de la COVID-19 no se ha quedado atrás. Su decisión de no quedarse encerrado en Palacio Nacional porque debe seguir impulsando la economía, su soberbia al ignorar las recomendaciones de los expertos y seguir saludando de beso y abrazo a sus colaboradores y seguidores, su necedad al mantener el espacio de La Mañanera lleno de periodistas y sin respetar la “sana distancia”, su invitación a que las personas sigan saliendo a la calle y tengan una vida normal, su “ingenuidad” al pensar que sus amuletos van a proteger al país del virus, su poca o nula aparición en las comunicaciones oficiales alrededor del desarrollo del virus en el país, su rechazo absoluto a liderar con el ejemplo y demostrarle a la población que este es un tema serio y que debemos quedarnos en casa para cuidarnos a nosotros mismos pero sobre todo, para cuidar a las personas más vulnerables, el poco interés de su gobierno en presentar las cifras reales de lo que está pasando en México, son bastante reprochables si se entiende la magnitud de contagio.  

De acuerdo a un estudio hecho por Mexiconomics, la información de gobierno revelaba que solo habían hecho 1000 pruebas de coronavirus al 18 de marzo. Esto quiere decir que desde el primer caso reportado, se están haciendo alrededor de 50 pruebas diarios de la COVID-19 en un país que tiene más de 129 millones de habitantes de acuerdo con el Banco Mundial. Por lo que concluyen que, hasta hace 2 semanas, el país tan solo había realizado 0.0007% de pruebas a la población. Lo que quiere decir que debe haber muchísimas más personas infectadas que no están siendo incluidas en las cifras oficiales. Y lo que me preocupa de esto es que las personas más afectadas son las más vulnerables.

Pero es justo en el manejo de esta crisis donde dejó ver nuevamente el poco enfoque de género que tiene su gobierno. Solo hasta la semana pasada, México declaró que entraba en Fase 2 de contención de la COVID-19. En su espacio matutino diario dijo: “Es un hecho, es conocido, que sobre todo las hijas cuidan a los padres. Los hombres podemos ser más desprendido, pero las hijas están siempre pendientes de sus madres y de sus padres”, para afirmar minutos después que: “Tenemos millones de enfermeras”.

Y no es de sorprender que afirmara lo anterior si tenemos en cuenta que históricamente el trabajo de cuidado ha recaído mayoritariamente sobre las mujeres. De hecho, de acuerdo al INEGI para el año 2017, nueve de cada diez cuidadoras primarias eran mujeres. Lo que me llama la atención es que esperaría mucha más consciencia de un gobierno de izquierda con los temas de género y con el compromiso por dejar de reafirmar los diferentes roles que se nos han impuesto a las mujeres socialmente.

Teniendo en cuenta lo anterior, si no hemos visto una reacción efectiva del gobierno con respecto a los índices de feminicidios en el país, no podríamos esperar una reacción efectiva y específica con enfoque de género a la protección de las mujeres durante la contingencia de la COVID-19. Vemos un país donde las mujeres asumen de manera excesiva la carga del trabajo de cuidado, donde muchas van a tener que estar en sus hogares con sus abusadores, donde la brecha salarial entre hombres y mujeres se intensificará (ya es del 16%), donde el 64% de las mujeres tienen trabajos informales, por consiguiente no tienen acceso ni si quiera a seguridad social y donde sus vidas están corriendo peligro. Espero equivocarme pero, como están las cosas, no soy para nada optimista frente a las medidas que pueda tomar este gobierno cuando ni si quiera ha entendido que las mujeres son una base fundamental para poder alivianar el impacto de esta crisis.

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