Las libertades que gané durante la cuarentena

Hace unos meses escribí una columna sobre la depilación. Esta columna nació de una reflexión que empecé gracias a un evento sin precedentes: me quedé sin material de depilación. Y la imposibilidad de ir a comprar con que depilarme me obligó a ver algo que era evidente, pero que años de vivir y performar el ser mujer no me dejaban admitir: que odio depilarme, que no lo hago por placer, y que mi elección de hacerlo nunca fue libre.

Si todo esto sucedió con un evento tan anodino (aunque sin precedentes), se pueden imaginar a lo que me estoy enfrentado en estas semanas de cuarentena obligatoria. La columna de la semana se la quiero dedicar a eso, a las pequeñas libertades que he ganado gracias a la obligación de aislarme socialmente. A lo que he aprendido de mi misma, por tener que ser y existir sin los otros, solo conmigo misma. Sobre lo que he aprendido de mi misma tras tres semanas de ser la única que me ve la cara. De quién soy yo, realmente yo, cuando quien soy no está permeado por la mirada del otro. Y este contexto de cuarentena puede ser el pretexto para que todas las personas que lo deseen empiecen o avancen en este tipo de reflexión.

Aquí algunos ejemplos de las actividades de las que me he liberado estando confinada:

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¿Por qué es importante tener esta reflexión? Al fin y al cabo, parece natural pensar que, si llevamos años, o hasta décadas maquillándose, depilándose, usando brasier, tinturándonos el pelo, usando tacones etc., es porque nos gusta, porque queremos y/o porque nos aporta una utilidad.

Todo eso es, en parte, cierto. Tomemos el ejemplo del maquillaje. ¿Es posible que alguien sienta placer maquillándose? Obviamente sí. Les propongo pensar en este placer como un espectro. De un lado del espectro estoy yo, que objetivamente aborrezco maquillarme. Del otro lado del espectro están millones de personas para quienes maquillarse no es solo un placer, sino una vocación. Y entre estos dos espectros, están la mayoría de otras personas. Lo mismo sucede, en diferentes medidas, con otras de las actividades que mencioné anteriormente.  Vale la pena preguntarse entonces, si hay tantas personas entre los dos extremos del espectro, ¿Por qué la gran mayoría de mujeres continúan maquillándose? Y más aún, vale la pena preguntarse, si existe este espectro, ¿Por qué la gran mayoría de los hombres no se maquillan, no se depilan, no usan tacones, etc.?

Parte de la respuesta a esta pregunta es que maquillarse, así como las otras actividades que menciono en la lista, son actividades que socialmente hemos construido como ligadas al género. Las mujeres deben maquillarse, los hombres deben no hacerlo. Los hombres deben ser peludos, las mujeres debemos depilarnos. Es más, como lo menciono en mi reflexión sobre la depilación, “todas las mujeres tenemos naturalmente pelo en el cuerpo, pero todas nos creímos el cuento de que no deberíamos tenerlo. Entonces todas nos sometemos a una cantidad de procesos dolorosos para eliminar los pelos que tenemos, pero que creemos no deberíamos tener. Y tenemos que guardar un doble secreto: que tenemos pelo, y que nos lo quitamos. Y que para guardar el secreto entonces nos toca castigar a las mujeres que no se someten a los dolorosos, incómodo y costoso procesos de eliminación del pelo. Y al final de cuentas, lo femenino se vuelve el proceso de quitarse los pelos y no el hecho de que todas los tenemos.

Pero, queridas lectoras, si con algo no estamos de acuerdo en Siete Polas es con esta idea absurda de que las mujeres y los hombres estamos predeterminados a ser o amar algo, por nuestro género. Entonces, la solución no puede ser tan sencilla.

He hablado de este tema con varias amigas cercanas que me han dicho que en este periodo de cuarentena han seguido depilándose y maquillándose, y poniéndose un brasier todas las mañanas al vestirse. O inclusive que dejaron de hacerlo por un tiempo y cuando volvieron a empezar sintieron un profundo alivio. Que esas actividades hacen parte de las rutinas que les permiten mantener la cordura en un tiempo de incertidumbre ¿Qué pasa con ellas? ¿La sensación de alivio que sienten es ilegítima? ¿Deberían sentirse culpables? ¿Son malas feministas? Por supuesto que no. Y no soy nadie para decirles que los rituales que les traen paz en momentos difíciles son negativos.

Pero para mí es importante llevar hacer esta introspección porque de ello depende mi libertad individual. La reflexión, para mí, debe ir más allá de la sensación de alivio o la paz interior que nos pueden producir estas actividades. Tenemos que preguntarnos también porque nos sentimos así.

Yo sospecho profundamente que la sensación de alivio tiene que ver con la forma en que hemos sido socializadas. El patriarcado nos oprime y nos mata, sí, pero también nos recompensa por acoplarnos al binario de género y a los roles de género impuestos. Y así mismo, castiga fuertemente a quienes se atreven a desafiarlos. Un ejemplo escandaloso es la modelo sueca de Adidas que recibió amenazas de muerte y violación por no estar depilada en una campaña publicitaria:

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A lo que voy es que es falso pensar que somos igualmente libres de elegir maquillarnos, depilarnos o tinturarnos que de elegir no hacerlo. Es mucho más fácil someterse al proceso doloroso y lento de la depilación, que salir a la calle en falda sin depilarse las piernas. Es más difícil afrontar la pena, la sensación de inadecuación, el miedo que produce no acoplarse a un estándar rígido de belleza y de género, el miedo de no poder ser amadas, que pasar unos minutos cada mañana maquillándose como mejor se puede, o unas cuantas horas en la peluquería escondiendo los pelos blancos. El miedo de no poder ser amadas con una cara sin maquillar y unas raíces blancas es probablemente lo que hace que cuando terminamos de depilarnos nos sentimos “como nuevas” y aliviadas. Es también la razón por la que muchas mujeres en cuarentena con sus familiares o amigos siguen participando en estas actividades a pesar de saber que no van a salir de la casa.

Y puede que este miedo nunca dejar de existir, y que para muchas sea insuperable. Pero nunca lo sabremos si no empezamos por preguntarnos serie y honestamente si realmente lo hacemos porque nos gusta.

Puede ser, querida lectora, que después de haber deconstruido lo mejor que se puede esta cuestión, usted se dé cuenta de que participar en estas actividades es una decisión libre y consciente, y que lo hace porque le gusta. Y eso está muy bien. Quiero ser muy enfática en el hecho de que ninguna actividad es menos feminista por el hecho de ser vista como femenina. Las actividades tradicionalmente reservadas a las mujeres, como maquillarse, depilarse, tener hijos, ser ama de casa, dedicarse al cuidado, etc., NO son antifeministas per se. Lo antifeminista es que estas actividades están reservadas únicamente a las mujeres perpetuando el binario de género. Lo antifeminista es que estas actividades se nos impongan y que están sistemáticamente subvaloradas en la sociedad. Lo antifeminista es que nunca nos preguntemos si es lo que realmente queremos para nosotras mismas.

O puede ser que después de haber deconstruido lo mejor que se puede esta cuestión, usted se dé cuenta de que efectivamente no es feliz maquillándose y depilándose y tinturándose y todas esas cosas, pero que no está lista para dejar de hacerlo. Pero al menos habrá dado el primer paso. Al menos se conoce a sí misma un poquito mejor. Al menos sabrá que dentro de esta comunidad estamos para ayudarnos, y no para juzgarnos. Y si está sola, podrá aprovechar estas semanas de cuarentena para ser quién usted realmente es, y darse cuenta de que no necesita ser nada diferente.

 

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