Por Luisa María Cardona
Ilustración de Sarah Pixie
Empecé mi maestría en el 2018, interesada en estudiar el trabajo sexual desde una mirada del feminismo interseccional en la Ciudad de México. Después de mucho pulir y delimitar mi tema, mi tesis es un estudio comparativo del trabajo sexual callejero y trabajo sexual en medios digitales, específicamente en Twitter. Esto me ha permitido ver la diversidad del comercio sexual, las diferencias y similitudes en las condiciones laborales, las violencias que son ejercidas sobre ellas, y en general poner en evidencia que el trabajo sexual es un mundo polifónico, de experiencias diversas y que dificilmente se podría reducir a una sola definicion. Cuando escogí este tema lo hice porque me parecía interesante, y supongo que, en parte llevada por mis propias pasiones políticas, porque es un tema muy debatido desde el pensamiento feminista. Jamás me imaginé que me iba a meter en un embrollo de tal dimensión. Es que pensar en sexo, política y cómo se entrelazan con nuestras relaciones con los demás es un ejercicio complejo y de muchos más matices de los que me pude haber imaginado. Y en este, me surjen muchas preguntas. Una muy especial con el consentimiento.
Hay una gran lucha feminista por el “No” y el sexo: ‘No es No’, la frase más representativa. Es decir que, si una mujer te dice que no, eso quiere decir llana y sencillamente que no la toques. Aunque a veces parece absurdo tales aclaraciones la realidad es que la cultura de violación existe y que a diario hay situaciones de sexo no consensuado donde las afectadas en gran mayoría somos las mujeres y personas trans. Esta es una lucha que valoro y agradezco, pero también me cuestiono si cuando una mujer accede a tener relaciones sexuales siempre existe consetimiento a pesar de que no venga acompañado explícitamente de un “No”.
Cuando me pregunto por el “Sí” es porque creo que no es cierto que en todos los casos se pueda expresar libremente. Es decir, se diga de forma libre o la persona que lo diga sea libre de hacerlo. Me he relacionado con hombres sexualmente de diferentes maneras: relaciones monógamas, relaciones donde el concepto de monogamia ha sido flexible, he tenido parejas que pudieron ser solo amigos y amigos que pudieron ser algo más, y he tenido sexo explícitamente casual. En muchas de estas situaciones hay un patrón que puedo percibir, ahora que pienso mi vida en retrospectiva, donde he dicho sí a relaciones sexuales a pesar de no querer tenerlas realmente. Sé que para muchas hay una palabra que describe esto, pero yo me niego a usarla porque la realidad es que para mi no es el mismo grado de violencia y simplemente no es la palabra que quiero usar para esto. Me siento cómoda diciendo que he accedido a sexo de manera no entusiasta y/o sin desearlo. Insisto que en gran medida son cosas que han pasado de manera inconsciente en el momento porque pensar mi sexualidad críticamente es algo que me ha tomado tiempo y esfuerzo consciente. He entendido que algunas razones han sido porque me dejo llevar, porque la otra persona es persuasiva, porque es mi novio, porque quiero que sea mi novio, porque me da miedo perder a la persona, o simplemente porque una parte de mí quiere, otra tiene dudas, y decido ignorarlas porque es más fácil.
Ahora, la cuestión que ha hecho todo para mi mucho más complejo es que soy una persona sexual, y los hombres asumen que poque soy abiertamente sexual, quiere decir que quiero ser sexual con ellos. Disfruto el sexo y lo disfruto bastante, así como también me gusta hablar del tema, que mis amigxs me compartan sus experiencias y he tratado de ser más y más abierta conmigo misma, con mis parejas, y con mis amigos sobre mi vida sexual porque creo que, como muchas cosas, es un acto político. Me gusta la idea de que piensen “qué le pasa a esa mujer descarada que habla de sexo como si fuera un hombre”. Adicional a los casos que mencionaba arriba, también he tenido sexo entusiasta y he deseado tenerlo incluso con personas con quienes no siempre ha sido el caso. Así como la depresión, mi sexualidad es una de esas banderas que llevo con orgullo porque hacen parte de la creación de mi identidad. Pero esto tiene el efecto de que los hombres se tomen el atrevimiento de sexualizarme y tomarse mi sexualidad como algo que es para ellos. Noticia de última hora para ellos: no es así. La camiseta que me pongo del sexo es para mi propio placer y por mi camino por descubrirlo, y lo digo como una persona que descubrió que masturbarse no tenía nada de malo a los 21 años. Estoy reclamando mi sexualidad que, como a muches otres, se me ha negado. Esto es algo que me han enseñado las trabajadoras sexuales: aunque ellas vendan servicios sexuales y afectivos, aunque se vistan de cierta manera, aunque lo que sea, no quiere decir que no haya límites que sus clientes tienen que respetar. En ese sentido, aunque yo viva mi sexualidad abiertamente, no quiere decir que los hombres puedan sobrepasar límites de mi intimidad. O al menos es algo que estoy tratando de aprender.
Pero por muchas razones, y por muy sexual que me guste ser, no siempre quiero tener sexo. Porque podrá parecer un concepto absurdo pero mis sentires no son lineales, no son siempre homogéneos y, por la etapa en la que estoy en mi vida, aún estoy descubriéndolos y entendiéndolos. Algunas razones por las cuales mi libido cambia pueden ser porque estoy pasando por un episodio depresivo que muchas veces viene con periodos de asexualidad, porque necesito de ciertos estímulos para sentir deseo, porque a veces el contexto no es el ideal, porque últimamente desarrollé síndrome de colon irritable y hace que el sexo sea incómodo, porque hay situaciones personales con la otra persona que no he resuelto; en resumen, hay veces que no quiero sexo porque no lo quiero. El punto es que hay muchas razones, y lo comparto porque creo que muchxs han pasado por situaciones similares y es normal. La poca educación sexual que tenemos o a la cual podemos acceder está centrada principalmente en el deseo, cómo despertarlo, cómo seducir al otro. Ojalá también pudiéramos hablar de que cómo entender el desinterés del otro para también poderlo respetar. Porque AMIGUES espero me entiendan si me altero, pero por qué es tan difícil entender que respetar la sexualidad del otro TIENE MUCHOS LADOS. Por qué nos empeñamos tanto es descomplejizar a los demás cuando eso es lo que hace interesante tener relaciones humanas. Insisto, mi sexualidad, nuestra sexualidad, es un territorio de complejidad.
Regreso entonces a la cuestión del sí y por qué no siempre es suficiente para demostrar consentimiento. Cuando en una situación hay relaciones de poder implícitas y explícitas (como es el caso en la mayoría de las relaciones), las palabras traen consigo significado y contextos específicos. Si una persona dice que sí porque la otra persona insistió, deja de haber consenso. Si una persona dice que sí, pero hay manipulación emocional por la contraparte, no hay consenso. Si una persona dice que sí, cuando en realidad no está segura, y la otra persona percibe que esto está pasando y decide ignorarlo, para mi deja de haber consenso de manera inmediata, y un sí ya no vale. Si de mi sale un sí porque me siento obligada a ser sexual, y no porque decido serlo, no es consenso. Si de mi sale un sí porque me siento obligada a responderle a mi pareja, y no porque este me haga sentir deseada, no es consentimiento.
No quiero que mis palabras se entiendan entonces como si los hombres fueran malos y el sexo sea malo. Tampoco quiero decir que la responsabilidad de esto sea exclusivamente de los hombres. Pero creo que hay formas de solucionarlo, y depende primero de reconocer que estas son cosas que pasan y cosas de las cuales no hablamos lo suficiente. Que no se trata de crear víctimas y victimarios, si no de tomar agencia de nuestras vidas sexuales de manera positiva. Creo que, de ambas partes, es necesario aprender a reconocer nuestros deseos y al mismo tiempo aquello que los disminuyen o anulan, para poder comunicarlo abiertamente. De parte de los hombres creo que debe haber un ejercicio exhaustivo y consciente de aprender a reconocer las ventajas en din[amicas de poder que tienen, para dejar de reproducirlas. Esto se logra haciendo el esfuerzo de entender a sus compañeras, escuchando, tratando de empatizar y bajando la guardia, créanme que eso no los hará menos “hombres”. Como todo, va a ser difícil hacerlo al principio porque ustedes también tienen que deshacerse de un sin número de actitudes preconcebidas impuestas, pero eventualmente van a poder naturalizar un sentimiento de empatía hacia las mujeres. Les juro, por favor inténtenlo. Y, de parte de las mujeres creo que tenemos que aprender a decir que no, y eso implica aprender a identificar qué queremos y qué no.
Si eres un hombre y llegaste a este punto supongo que es porque en algo te interesa lo que estoy diciendo (y si no qué carajos haces acá). Por mucho que tengo la capacidad de explicar y entender que las relaciones sexo afectivas son complejas y son dos o más actores los implicados, creo que los hombres tienen MUCHO de qué responsabilizarse. La realidad es que una mujer no siempre podrá decir que no a pesar de que quiera hacerlo, porque es difícil, porque se nos ha enseñado a decirles siempre que sí, porque da miedo, porque estamos aprendiendo. Mientras nosotras aprendemos a decir que NO, también es su responsabilidad educarse, reconocer y percibir situaciones que van mucho más allá de las palabras – y si no están seguros de que sus percepciones son las correctas PREGUNTEN. P R E G U N T E N. No sirve de nada que vayan a nuestras marchas, se pongan nuestros pañuelos, teoricen, o se apropien de nuestra lucha si no van a ser capaces de tomar consciencia de su posición social. Si no, ahórrense la hipocresía porque el feminismo no los necesita. Así que No es No, y Sí no siempre implica consenso. EL SEXO SERÁ CON CONSENTIMIENTO, EXPLÍCITO, ENTUSIASTA Y DESEADO O NO SERÁ.
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