Olvidarnos del porno como lo conocíamos

Si hablar de sexo sigue siendo un tabú, ahora imagínense hablar de porno. Es muy raro que tengamos conversaciones sobre el porno que vemos, el que nos gusta, las páginas que visitamos o lo que hemos aprendido sobre sexualidad a través de este. Los hombres aceptan sin problema que es uno de sus pasatiempos, mientras que a muchas mujeres nos cuesta admitirlo.

Sin embargo, el porno prácticamente fue nuestra primera clase sobre sexualidad. Para la mayoría de adolescentes su educación sexual se dio a través del porno porque muchos crecimos en entornos donde la educación sexual y reproductiva jamás fue un tema de conversación. De vez en cuando se hablaba de no embarazarse y/o cuidarse de alguna enfermedad de transmisión sexual.

Esto quiere decir que aprendimos de sexo con las dinámicas que reproduce la pornografía. Dinámicas donde el foco está en complacer y entretener al hombre. Lo que más nos debería llamar la atención es cómo esas dinámicas muchas veces están asociadas a la violencia contra la mujer y son justamente la reproducción de la cultura de la violación en la que vivimos.

A las mujeres nos metieron en la cabeza que el «buen sexo» es atragantarnos hasta llorar y casi vomitar, que se nos vengan en la cara y en la boca, que solo nos venimos con penetración y que lo más importante siempre es lo que quiera el hombre. Estas son algunas de las ideas que nos transmiten las principales páginas de pornografía.

Pornhub es una de las páginas más grandes el mundo. Se calcula que tiene 115 millones de visitas a diario. La mayoría del contenido que se comparte es generado por los mismos usuarios. No hay ningún filtro ni control de lo que se sube en la plataforma. Hace unos días explotó el escándalo por una petición para cerrar la página por compartir múltiples videos de violaciones y abusos a mujeres y menores de edad. Y cuando hablo de que explotó, me refiero a que se hizo viral el tema porque esta es una denuncia que se viene haciendo desde hace varios años.

Para que se den una idea de la gravedad del asunto, una mamá encontró a su hija que estaba desaparecida a través de más de 50 videos que se encontraban en este sitio donde era sistemáticamente violada. O también está el caso de Rose Kalemba, quien fue secuestrada y violada a los 14 años por más de 12 horas. Tiempo después cuando supo que el video de su violación estaba en internet, tuvo que contactar a la página varias veces para que bajaran el video. Esto no pasó hasta que amenazaron con que un abogado los demandaría. ¿Hasta cuándo podrán estos sitios seguir compartiendo este contenido sin que pase nada?

Pero el problema no es solo de los sitios, el problema también está en los que consumimos este tipo de contenido. Dentro de las búsquedas más comunes en los sitios de porno pueden estar los nombres de mujeres que en la vida real han sido violadas o el término “rape” que aparece por todas partes en estas plataformas. A la gente le gusta ver y se excita con las violaciones. De hecho, hace unos años un productor de porno muy famoso dijo que le gustaba mostrar lo que él creía que a la gente le gustaba ver y que eso era la violencia hacia la mujer.

Tampoco es secreto que varias de las mujeres que decidieron trabajar en la industria de la pornografía, algunas por necesidad, han sido abusadas y violentadas en múltiples ocasiones. Se conocen testimonios de mujeres que han revelado que las forzaron a hacer todo tipo de cosas sin su consentimiento. Un pequeño acercamiento a esto puede ser el documental Hot Girls Wanted.

El porno se ha dedicado a explotar y violentar mujeres y menores de edad por años. Es momento que miremos más allá y cuestionemos desde, lo más básico, como la educación sexual que se le da a los adolescentes hasta las exigencias que deberíamos hacer como consumidores de pornografía a esta industria para un trabajo y consumo responsable. Es momento de olvidarnos del porno como lo conocíamos.

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