Si es cuestión de confesar, no sé como escribir de otra manera que no sea aludiendo a mis experiencias personales. La verdad es que voy a escribir una vez más sobre mi trabajo porque siendo franca, le pongo demasiada importancia – soy una workaholic -, y sé que aún en contra de mi mejor juicio, sigo poniendo parte de mi identidad en lo que hago – o sea, tengo delirio de mujer maravilla.
Últimamente me he dado cuenta que a lo que le tengo más miedo en este momento es a mi ambición. Cada vez que lo pienso entra en el background de mi cabeza una escena de la película ‘Entrenador Carter’. Este entrenador le pregunta toda la película a uno de sus estudiantes cuál es su miedo más grande. Al final de la película le responde:
“Nuestro miedo más profundo no es el de ser inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es el de ser poderosos más allá de toda medida.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta.”
Nelson Mandela
Es mi ambición y cómo la llevo lo que más me asusta. Estudié durante la época de ‘Lean In’ de Sheryl Sandberg, COO de Facebook. Sandberg tiene un libro completo de cómo las mujeres debemos comportarnos para poder tenerlo todo en la vida: el trabajo, la familia, inserte aquí su prioridad de elección. Ella nos dice que es solo cuestión de inclinarnos a las cosas que queremos e ir por ellas. Si una mujer trabaja duro y es lo suficientemente asertiva, ella puede prosperar en la casa y el trabajo. Solo es cuestión de balance vida/trabajo, ambición y la cultura del lugar de trabajo para obtenerlo.

Este estilo de liderazgo de Sandberg caracteriza mucho el feminismo del principio de la década: el feminismo de auto empoderamiento, y que la realización personal iba a traer la realización colectiva. Llegó a llamarse una reminiscencia de ‘The Femenine Mystique’, ajustada a tiempos modernos. Si bien Sandberg reconoce que hay barreras sistemáticas que se deben cambiar para que más mujeres lleguen a puestos de liderazgo, el mensaje del libro yace en que el éxito de la carrera profesional no debe depender completamente de que el sistema cambie, sino que empodera a las mujeres a hacer cambios en sus vidas en este momento. Parecido a lo que nos hablaba la pola Juliana hace un par de semanas, el mensaje implícito es que cada mujer debe forjar su camino y que la meta es ese empoderamiento y esa prosperidad económica.
Sin duda este feminismo tiene buenos elementos, y las que tenemos una perspectiva feminista del liderazgo, sabemos que hay mucha verdad en las palabras que nos dice. Hoy en día es más fácil ser una mujer en el mundo laboral de lo que era hace 20 años. Pero las luchas de hoy difieren a las de antes en cuanto a que las discriminaciones y diferencias de género son más sutiles.
Por ejemplo, en mi empresa me doy cuenta que somos muchas las mujeres que trabajamos temas de tecnología. Cada vez más veo mujeres liderando proyectos y equipos conformados en su mayoría por mujeres. Lo que me parece curioso es que en el nivel de liderazgo arriba mío ya no veo esa misma participación de mujeres. Pareciera que el techo de cristal no está en tener un puesto ‘C-Level’, sino algunos niveles más abajo.
Yo, como feminista y mujer maravilla, quiero romperlo. Me rompe la cabeza pensar en porqué está sucediendo esto y sobre todo, cómo lo puedo cambiar. Aquí apelo a toda esta teoría feminista de principio del siglo XXI – quiero inclinarme y dejarme llevar por mi ambición de querer alcanzar más. Y sé que lo puedo lograr.
Me imagino teniendo esta conversación con mis jefes, hombres en plural, y lo primero que se me viene a la cabeza es cómo esto se podría percibir fácilmente como una sesión de quejas. Ellos aplicarían rápidamente la carta de “es que no hay mujeres en la industria” o “ninguna tiene las capacidades/experiencia que se necesita” (viejas cartas a las cuales ya estamos acostumbradas). Si bien hay pocas mujeres en tecnología (una representación menor al 30% de acuerdo al Foro Económico Mundial), aquí estamos un mar de mujeres haciendo señales de humo para ser elegidas al siguiente cargo directivo.
Es entonces un tema de liderazgo. Todavía seguimos luchando con el estereotipo de que el hombre es el líder, el que manda y el que ocupa posiciones jerárquicas. Pero todavía no ha cambiado cómo se percibe a las mujeres en las organizaciones. La solución de Sandberg fue inicialmente empujar a las mujeres a que se desenvolvieran con la confianza de un hombre en el mundo laboral, que visualizaran el éxito laboral, tomaran el escenario, reescribieran las reglas y pensaran diferente. El mensaje debajo de todos estos consejos supone que a pesar de que el mundo laboral tiene barreras para las mujeres como grupo social, las mujeres de manera individual pueden romper el techo de cristal, si hacen ciertas “buenas” elecciones: renuncian a las trampas de la feminidad, aprenden las reglas del mundo laboral dominado por hombres, y se presentan a ellas mismas de manera asertiva. Así, todas las barreras estructurales se podrían saltar con la preparación mental adecuada. Y a algunas mujeres les puede funcionar.
El problema de esta aproximación es que es absolutamente antifeminista: le estamos diciendo a las mujeres que la solución para crecer laboralmente es ser más como los hombres. Además que este mensaje parece estar diseñado solo para un prototipo de mujer con ciertos privilegios.
Nuestras empresas están llenas de ejecutivos que lideran de una manera considerada masculina: decisivos y poderosos, con un estilo fuerte, autoritario, orientado a los resultados, e inclusive se espera que arrasen con la oposición, llegando a ser ásperos en algunas ocasiones. Es un ‘go getter’, el que siempre está dispuesto a hacer todo, a dedicar su vida 100% al trabajo. Las personas que están acostumbradas al estilo de liderazgo masculino ‘dictatorial’ pueden ver a las mujeres como muy suaves o débiles.
Mi miedo más grande es que por la ambición de romper este techo de cristal, de querer mostrar que puedo jugar en las grandes ligas, empiece a jugar el juego con sus reglas. Mi miedo más grande es empezar a hacer las cosas como los ‘hombres exitosos’ lo hacen. A convertir mi manera de ser y actuar en un liderazgo masculino.
Yo quiero hacer las cosas como las mujeres exitosas lo hacen, y esto empieza por reconocer que no todo lo puedo. Hoy me doy cuenta que lejos quedaron los tiempos de Sandberg para traer ahora los tiempos de Michelle Obama:
“Yo les digo a las mujeres que esto de “puedes tenerlo todo” es una mentira. No, no puedes tener todo al mismo tiempo. A veces no es suficiente ‘ir a por ello’, porque simplemente eso no funciona todo el tiempo”.
Nuevamente parafraseando a Juli, ya no me adapto a la corriente antigua del feminismo individualista: ya no se trata de volvernos más aptas y más implacables para navegar las aguas del patriarcado, se trata de secar este río.
Los estilos de liderazgo femeninos son más inclusivos y enfocados en crecer como comunidad. Los estilos de liderazgo femeninos tienen una variedad de maneras para influenciar a las personas a su visión, en vez de imponer la manera en que se deben hacer las cosas.
Los estilos de liderazgo femeninos buscan ser más participativos, de tal manera que cada persona contribuya a las metas. Busca que los grupos tengan mayor cohesión y se enriquezcan de diferentes puntos de vista.
Personalmente he encontrado que mi calma y vulnerabilidad han abierto más puertas y construido más puentes de lo que mi agresividad y fortaleza han logrado. Que tener una visión clara y ser honesta con mis habilidades y limitaciones ayuda a que cada persona se sienta más cómoda de aportar lo que traen a la mesa. Que pensar en las necesidades de otras personas me ayuda a conectarme más fácilmente con ellas, y mostrarles que la vida es mucho más de lo que estamos haciendo. Todas estas las considero características femeninas.
Creo, inclusive, que los hombres tienen mucho que aprender sobre el liderazgo femenino. Empezando con decir que porque se llama femenino no significa que está reservado para las mujeres. En el liderazgo femenino las personas son más conscientes de sus propias limitaciones, que contrario a lo que se puede pensar, no significa falta de seguridad sino el reconocimiento de los huecos que hay entre donde estoy y donde quiero estar/ser. Por otro lado, el liderazgo femenino pone primero a las personas del equipo que al mismo líder, permitiendo desarrollar el potencial de sus subordinados.
Quiero dejar de ser una superheroína que todo lo puede, y quiero empezar a ser un ejemplo a seguir para los que no todo lo pueden. Quiero poder liderar con ejemplo y compasión, y mostrar que para llegar a la cima también se puede hacer de otras maneras. Quiero que mi miedo más grande se convierta en mi luz más grande: una que influencie el cambio en liderazgo, que permita romper el techo de cristal y abrirle paso a otras mujeres para que me puedan seguir detrás.
¡Fascinante texto!
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