#EsLey en Argentina: 5 lecciones para Colombia

#EsLey en Argentina la interrupción voluntaria del embarazo, sin condiciones, hasta las 14 semanas de gestación. Esta ley, además, precluye la objeción de conciencia institucional.

Aquí, 5 reflexiones que me suscita este hecho histórico y las lecciones que me dejan para la forma en que quiero seguir actuando como feminista que aspira y trabaja por la legalización del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en Colombia.

  1. Consolidación y cohesión de un movimiento feminista heterogéneo y plural

Decir que el argentino es un movimiento feminista consolidado, políticamente influyente y con una agenda clara es decir lo obvio. Lo que a veces se nos escapa es cómo llegaron las argentinas hasta lo que conocemos hoy como la marea verde. Se trata de una historia larga y sostenida de militancia, organización y activismo que es preciso que estudiemos, aprendamos y adaptemos. El pañuelo verde pudo haber aparecido en nuestras vidas hace unos cuanto años nada más, pero ¿cuántas de nosotras conocemos su historia? En Argentina, las mujeres se reúnen en el Encuentro Nacional de Mujeres cada año desde 1985. En el Encuentro Nacional de Mujeres de 2003 la organización Católicas por el Derecho a Decidir repartió pañuelos verdes para visibilizar el reclamo por el aborto libre, seguro y gratuito. Desde entonces, los pañuelos verdes simbolizan la lucha por el aborto legal (y, como lo sabemos bien en Colombia, su significado superó las fronteras nacionales). Dos años después, se formó la organización Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que presentó siete veces seguidas el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo hasta que este año lo hizo, finalmente, el Poder Ejecutivo en cabeza del presidente argentino Alberto Fernández.

El movimiento feminista argentino es un movimiento político heterogéneo y complejo. Y asume su heterogeneidad y complejidad como la mayor de sus fortalezas. Es un movimiento que no desdeña ninguno de sus puntos de influencia: las redes sociales, las comunicaciones, la esfera política, las calles. En este movimiento son protagonistas las diputadas tanto como las adolescentes, las periodistas y las académicas, las escritoras y las actrices, las madres y las hijas, los proyectos de ley y la escarcha. Para lograr la cohesión desde la pluralidad han sabido galvanizarse en torno a agendas clave como la legalización del aborto y lidiar estratégicamente con sus diferencias frente a los asuntos en que las feministas no logramos aún un consenso.

Además, es un movimiento que conoce y reconoce su propia historia, los cimientos sobre los que está construida. Reconoce la herencia del pañuelo y del pañuelazo como propia de las Abuelas y las Madres de la Plaza de Mayo. Honra, incluye y aprende de las mujeres que desde hace más de treinta años se reunían en la esquina de las calles Rivadavia y Callao en Buenos Aires a hablar de derechos sexuales y reproductivos, articular el primer movimiento por la despenalización del aborto y a repartir volantes informativos.

Y lo que es más importante aún, es un movimiento que se gesta en todos los espacios cotidianos y la calle es, entre ellos, el principal. Las manifestaciones masivas demostraron la notoriedad nacional y el poder de influencia del movimiento. En 2018, tan solo en Buenos Aires salieron a la calle más de 350.000 mujeres de distintas clases, edades, ideas y partidos políticos durante la marcha del Día de la Mujer. Pero las pibas no se quedaron ahí. El movimiento adquirió experiencia política, habilidad mediática y capacidad para introducirse en el entramado de poder. Las líderes y sus movimientos lograron alcanzaron influencia sobre legisladores y políticos y, además, supieron poner el tema en la agenda de las elecciones nacionales. Ya en el 2020 la presión fue no solo mediática y callejera, sino legislativa. Eso sí, todo esto acompañado por la que yo llamo militancia de la mesa de comedor: esa en la que uno por uno y en los espacios privados, la feminista de la familia se encarga de cambiar la mentalidad de sus allegados. No se nos olvide que, según la propia vicepresidenta argentina Cristina Kirchner, fue su hija quien la convenció de cambiar su posición frente al derecho al aborto. En últimas, lo que quiero decir es que las argentinas supieron capitalizar su pluralidad y entender la diversidad de roles necesaria para llegar a un hito como el que se acaba de cumplir.

2. El lenguaje de las feministas es una construcción colectiva y tiene frutos incalculables

Será, quizá, mi propio sesgo de preferencia pero me parece que queda en evidencia el poder del lenguaje y la argumentación clara, meticulosa y a la vez sencilla y al alcance de las masas para alcanzar cambios en la mentalidad colectiva e individual. Cada vez que pienso que no hay un solo argumento a favor del derecho a interrumpir voluntariamente el embarazo que me quede por aprender, surge otro y otro más. O una mejor elaboración de uno que ya conocía. O una forma más corta y clara de expresarlo. La iteración del lenguaje feminista – esa transformación que sucede cuando nos escuchamos y leemos con detenimiento, admiración mutua y cuidado y luego transmitimos a otras en formas distintas o adaptaciones novedosas– es una construcción colectiva y tiene frutos incalculables. Que nuestras ideas y argumentos proliferen en todos los espacios y que dejemos de pensar que solo unas u otras tienen la autoridad para expresarse: el argumento mejor siempre está por venir y no sabemos de dónde.

En el caso de Argentina, me resulta muy clara la elaboración discursiva que han alcanzado y la contundente influencia política que han logrado a partir de allí. Indudablemente, se trata del resultado de la influencia mediática de los movimientos feministas y de la claridad y evolución discursiva de sus argumentos, pero si a algo tenemos que aspirar en América Latina es a lograr el discurso contundente de separación entre religión y legislación que alcanzó el Congreso argentino. Para la muestra, y aunque no fueron los únicos, los discursos de la senadora Gladys Gonzaléz y del senador Luis Naidenoff. Y qué decir de la educación que han obtenido de los movimientos feministas tantos otros senadores que se pronunciaron sobre asuntos como la deuda histórica del Estado, la precariedad en la educación sexual y se expresaron en términos como “personas gestantes”.

3.La posición realmente difícil de argumentar es la de los anti-derechos

Durante años me convencí de que argumentar a favor del aborto era muy difícil, que había que ser muy cuidadosas, que los argumentos serían difíciles de entender, que había cosas que yo sabía en lo profundo pero que no podía explicar. No es así. Si algo queda demostrado en los debates de las últimas semanas, tanto dentro como fuera del Congreso argentino, es que la posición anti-derechos cae por su propio peso. Por el peso de sus falacias, de sus contradicciones internas, de su objetivo único de fiscalizar el deseo y la sexualidad de las mujeres disfrazado de moralidad y buenas intenciones.

Para la muestra: el hijo de la petisa.

Un señor que con pañuelo celeste en la muñeca es incapaz de ver lo absurdo no digamos ya de su discurso sino de su propia situación: su mamá nunca quiso tener los 10 hijos que fue obligada a parir. Y él, en su egoísmo y egocentrismo de macho no puede sino pensar en SU experiencia, en SU disfrute de SUS hermanos. Hace el ridículo más absoluto en televisión nacional.

Aclaro que no estoy diciendo que expresarse pública y activamente a favor del aborto sea fácil, o que no se pague un alto costo social al hacerlo (y más alto para algunas que para otras). Lo que quiero decir es que la lógica y la retórica están de nuestro lado y que debemos operar y militar con esa convicción profunda. Lo cierto es que nos enfrentamos a la fuerza de constructos sociales y religiosos que se han dado por ciertos durante años. Y a la terquedad de algunos que prefieren errar dos veces que admitir que llevan toda la vida equivocados. Pero hay estrategias posibles, y hay conversaciones posibles y, sobretodo, siempre hay alguien (o muchos) que nos escuchan desde el silencio cuando nos enfrentamos a los que nos contradicen. No paremos.

4. Es un error pretender sacar a los hombres de la discusión

“Si no puede gestar, no quiero su opinión” es un dicho y una posición popular entre nosotras. Y entiendo perfectamente de dónde viene. Los hombres llevan siglos usando su privilegio de varones para imponer su voz, acallar la nuestra y controlar nuestras vidas y nuestros destinos. Además, se trata de una forma de sintetizar el concepto de que ni los hombres, ni el estado, ni institución alguna deberían poder autorizar o prohibir que una mujer decida lo que quiere hacer con su cuerpo y con su vida. Pero hay que tener mucho cuidado con estas arengas que se convierten en dogmas. Si asumimos que los hombres no pueden bajo ninguna circunstancia opinar sobre el aborto como algunas veces se malentiende, entonces estamos descontando el poder de los aliados en el ejercicio democrático. Además, con ello contribuimos a perpetuar la idea profundamente dañina de que la concepción y la anticoncepción, la decisión de tener o no tener hijos y por extensión de la maternidad/paternidad recae exclusiva o mayoritariamente en las mujeres.

No puede quedar duda de que las protagonistas de esta gesta histórica en Argentina son las mujeres feministas. Pero contar con hombres que aprendieran, difundieran y presionaran fue fundamental para que el aborto legal, seguro y gratuito hoy sea ley. Estos hombres que escucharon y se educaron fueron fundamentales no solo al ejercer su voto a favor sino para presionar a otros y convencerlos de que así lo hicieran. “Los que entraron con mi lista saben que este fue mi tema durante la campaña. No pueden hacerse los distraídos,” fue el amable recorderis que en un momento crucial hizo el presidente Alberto Fernández.

Los hombres anti-derechos no se van a callar porque nosotras se los pidamos. Dejemos que se sigan tropezando con su propia doble moral, como el hijo probablemente indeseado de “la petisa”. Sigamos desenmascarando sus mentiras, tergiversaciones y falacias. Pero no le pidamos a potenciales aliados que se hagan a un lado. Como tema político y asunto de salud pública que es, el acceso a un aborto libre, seguro, gratuito y feminista también pasa por hombres educados y en proceso de deconstrucción, que entienden la legislación actual, adoptan lo argumentos por la legislación que deseamos, difunden información certera  y usan  sus plataformas para moverse por la autonomía y la dignidad humanas.

5. Basta de condescendencia con nuestras figuras políticas.

El apoyo al derecho al aborto sigue siendo un tabú en la política colombiana. En este país a los políticos les da miedo sentar una posición contundente frente al tema cuando no son abiertamente anti-derechos. Y se los permitimos. Les permitimos evadir el tema hasta que resultan electos, por temor a afectar sus posibilidades de resultar elegidos. Les permitimos que el derecho a decidir sea moneda de negociación y no compromiso político. Ya basta con eso, no funciona la estrategia de taparse, callar y esperar el milagrito. En Argentina, aliados y detractores de las causas de las mujeres se conocen con nombre propio y apellido. Las promesas de campaña aluden directamente a estos temas y su realización se exige y se cobra. No podemos seguir apoyando a figuras políticas que usan las causas de las mujeres a conveniencia, sin comprometerse abiertamente con ellas.

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