Feminicidio y heterosexualidad

“El estudio de los feminicidios revela que las mujeres son objetos de violencia porque han sido puestas en una posición política de subalternas con respecto al hombre hetero-patriarcal. También que los asesinatos en la esfera doméstica tienen lugar dentro de relaciones heterosexuales. Para que las mujeres puedan emanciparse de los hombres, deben emanciparse de la heterosexualidad”.

Con estas palabras inició el filósofo español Paul B. Preciado su crónica titulada “La heterosexualidad es peligrosa” publicada en el medio francés Mediapart el pasado 30 de noviembre. Una columna provocativa que me ayudó a profundizar el concepto del feminicidio, y a entender que, aunque los feminicidios suceden en todo tipo de regímenes políticos y legales, tienen en común que suceden casi exclusivamente en el marco de una relación hombre-mujer .

Hace algunos meses escribí una columna para explicar por qué debemos considerar el feminicidio como un delito diferente al homicidio. Empiezo este año volviendo a escribir sobre el feminicidio en un contexto de emergencia nacional. Al 16 de enero de 2021, ya se habían registrado 20 casos de mujeres asesinadas por su pareja o expareja en el país. Más asesinadas que días del año. Por eso es tan importante que hablemos, hasta el cansancio, del feminicidio, de sus causas, de sus implicaciones, y de lo lejos que estamos de acabar con la masacre. 

Para comenzar, vale la pena recordar que hablamos de feminicidio como un delito aparte al homicidio porque un feminicidio es el asesinato de una mujer como consecuencia de la opresión social política y económica a la que está sometida al ser reconocida como mujer en una sociedad patriarcal. Como dije en la columna pasada “el concepto de feminicidio nace del reconocimiento de que la violencia contra las mujeres, incluyendo su asesinato, responde en gran medida a los prejuicios y a la discriminación de género que nos imponen un rol de subalternas, de objetos, y de sumisión. Según Diana Russel, el feminicidio es el «asesinato de mujeres motivados por el odio, el desprecio, el placer o la suposición de propiedad sobre las mujeres»”.

¿Cómo podemos enfrentar la pandemia de violencia contra la mujer? Para responder a esta pregunta, tenemos que entender primero un elemento clave: la mayor parte de víctimas de feminicidio son asesinadas por su pareja o expareja y en menor número por otra persona dentro su círculo familiar más cercano. La mayoría de asesinatos suceden en su propio hogar, o cerca a él, y tras al menos una denuncia de violencia contra el agresor. 

Para ilustrar esta realidad el ejemplo francés es muy pertinente. En Francia en 2016 se registraron 138 casos de asesinatos en el ámbito doméstico. Las cifras de ese año han sido el objeto de estudios que permiten discernir un patrón claro: De las 138 víctimas 109 fueron mujeres asesinadas por sus parejas hombres, y 28 fueron hombres asesinados por sus parejas mujeres. (Vale la pena aclarar que  en el caso de los hombres asesinados por sus parejas, en el 61% de los casos eran hombres que habían sido acusados previamente de violencia intrafamiliar, lo que nos permite inferir que hay al menos un componente de defensa personal en estos incidentes). Solo se registró un caso de un hombre asesinado por su pareja en una relación homosexual. Ninguna mujer en una relación lesbiana fue asesinada por su pareja. 

Así entonces, podemos concluir que los feminicidios suceden casi exclusivamente en el marco de relaciones heterosexuales. ¿Por qué?  Precisamente porque en el sistema patriarcal, las mujeres han sido puestas en una relación de opresión y sumisión frente a los hombres. En palabras de Preciado “La heterosexualidad es un régimen sexual necro-político que posiciona a las mujeres (cis o trans) en una posición de víctimas y que erotiza la diferencia de poder y la violencia. La heterosexualidad es peligrosa para las mujeres.”

¿Significa esto que no es posible tener una relacion heterosexual donde las partes sean iguales? ¿Estoy implicando que los hombres son necesariamente violentos y las mujeres necesariamente víctimas de violencia? No. Nuestro enemigo no son los hombres. Nuestro enemigo es el binario de género. 

Dice Preciado que en nuestra sociedad el binario de género ocupa el estatus de religión. Nuestra organización social depende de la categorización de cada persona como hombre o mujer/masculino o femenino. Y la masculinidad es definida, construida, jerarquizada, celebrada, politizada como el uso legítimo de la violencia. La feminidad es, entonces, el objeto de la violencia patriarcal legítima. “Ser un cuerpo identificado como «mujer» en el planeta Tierra en 2020 (y 2021) es una posición política de alto riesgo”.

Lo que es realmente importante de la afirmación de Preciado es que cuando hablamos de feminicidio no debemos caer en la trampa retórica de explicar los índices de violencia basándonos en un binario de género. Los hombres no asesinan a sus parejas porque la masculinidad sea inherentemente violenta. Si fuera así, entonces veríamos la misma cifra (o mayor) de homicidios entre parejas de hombres homosexuales que entre parejas heterosexuales. Los hombres asesinan a sus parejas porque la masculinidad ha sido construida políticamente como violenta. Las mujeres, las personas trans, las personas afeminadas y no binarias son el receptáculo de esta violencia. Para acabar con el feminicidio no hay que acabar con las relaciones heterosexuales entendidas como relaciones entre una persona con pene y una persona con vagina, XY y XX, sino deconstruir la epistemología del binario de género, deconstruir la diferencia de poder dentro de la construcción del género, o en palabras de Preciado despatriarcalizar y decolonizar la heterosexualidad. Difícil, claro, pero posible.

Los dejo, una vez mas con las palabras de Paul B Preciado (ya entendieron que esta columna está inspirada completamente en sus charlas y escritos) “Son los hombres cis quienes ahora deben iniciar un proceso de desidentificación crítica de sus propias posiciones de poder en la heterosexualidad normativa. Imagino que lo que digo no genera un entusiasmo inmediato entre las masas, pero es necesario enfrentar colectivamente las consecuencias del legado necropolitico del patriarcado. Solo la despatriarcalización de la heterosexualidad permitirá la redistribución de posiciones de poder, solo la desheterosexualización de las relaciones hará posible la emancipación no sólo de las mujeres, sino también y paradójicamente, de los hombres. Mientras tanto, toda mujer debería tener un arma, diría más bien un libro, una genealogía, un poema, un loro, un cyborg … y saber utilizarlo. No hay tiempo que perder. La revolución ya ha comenzado”.

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