El 16 de febrero de 2007, Britney Spears entró a una peluquería en Tarzana, California y le pidió a la peluquera que le rapara el pelo. La peluquera se rehusó y la artista tomó ella misma la máquina de afeitar y empezó a cortarse su pelo declarando “la persona que ustedes están buscando ya no existe”. Unos días después, Spears fue filmada atacando con una sombrilla a un paparazzi que la estaba acosando en la calle. En los siguientes meses, la cantante fue internada varias veces, a la fuerza, en hospitales psiquiátricos y centros de rehabilitación.
Las imágenes de Britney rapada y atacando al paparazzi le dieron la vuelta al mundo y se volvieron un hito de la cultura popular.
En 2008, tras una solicitud unilateral de su padre, Spears fue declarada interdicta, (lo que los estadounidenses llaman sometida a un conservatorship). Este año se cumplen 13 años desde que todas las decisiones financieras, de trabajo y de la vida privada de Britney Spears son tomadas por su padre Jamie Spears, o su co-tutora y manager Jodi Montgomery.
En junio de este año, gracias a una filmación secreta tomada durante una audiencia en la que Spears pedía que su padre fuera retirado de su rol como tutor legal, aprendimos que bajo el acuerdo de interdicción la cantante no tiene poder ni siquiera sobre su propio cuerpo: «Me dijeron que en este momento, bajo la interdicción, no puedo casarme ni tener un bebé. (…) Tengo un DIU dentro de mí en este momento, para que no quede embarazada. Quería sacar el DIU para empezar a intentar tener otro bebé, pero el equipo no me deja ir al médico a sacarlo porque no quieren que tenga más hijos”.
Tras estas revelaciones, el movimiento #FreeBritney ha empezado a tomar cada vez más fuerza en redes sociales. Y esto nos da una oportunidad maravillosa para hablar de la interdicción y de los derechos de las personas con discapacidad. Porque nos debe quedar claro que Britney Spears merece ser libre no solo porque lo que ha vivido en los últimos 13 años es una injusticia enorme, una violación injustificable de sus derechos, sino también porque la interdicción no debería existir.
¿Qué es la interdicción?
La interdicción es una herramienta legal que tiene como consecuencia impedirle a una persona ejercer su capacidad jurídica, es decir tomar decisiones sobre su vida privada, su salud y su patrimonio que tengan efectos legales. En otras palabras es determinar que una persona, en virtud de una discapacidad o enfermedad, ya no es capaz de decidir por sí misma y que debe perder la capacidad de tomar casi cualquier acción.
En la mayoría de países donde existe la interdicción esta es declarada por un juez y se nombra a una tercera persona, ya sea un familiar o un tutor legal determinado por el Estado, para tomar todas las decisiones legales por la persona. Según el caso la interdicción puede ser permanente o temporal.
La interdicción jurídica es una decisión con consecuencias severas. Una persona interdicta pierde la capacidad de firmar cualquier tipo de contrato, desde abrir una cuenta de banco, vender o comprar una propiedad, firmar un contrato de trabajo y hasta casarse. Pierde la capacidad práctica de tomar cualquier decisión de consecuencia, de construir y ejecutar un plan de vida. Pierde la capacidad de participar en la vida política. Pierde el derecho a tomar decisiones informadas sobre su propia salud y la de sus hijos. Una persona interdicta es una persona que no puede participar como ciudadano en la sociedad en la que vive.
¿Por qué existe la interdicción?
Les hablo de la interdicción como una herramienta legal profundamente violenta. Pero entonces, ¿Por qué existe en tantos países? En realidad la interdicción fue creada como una manera de proteger a las personas con discapacidad. Las familias de estas personas, que además suelen ser sus cuidadores y que obviamente quieren lo mejor para ellas, suelen estar a favor de las medidas de interdicción. La interdicción es vista como una manera de prevenir que las personas que necesitan un apoyo especial para la toma de decisiones cometan errores o que alguien se aproveche de ellas. Esto resulta de nuestra visión social de la discapacidad.
Me voy a poner académica, pero para entender todo el rollo con la interdicción hay que entender cómo se ha entendido socialmente la discapacidad. A lo largo de la historia han existido tres paradigmas para entender la discapacidad :
- El paradigma tradicional: Entiende la discapacidad como una maldición, un castigo, un sufrimiento. En este paradigma, que se acentúa en un mundo capitalista y religioso, se asimila el valor de la persona a su utilidad, medida siempre con la misma vara. En consecuencia, las personas con discapacidad no tienen nada que aportar a la sociedad y no son más que una carga para la familia y la comunidad. Las personas con discapacidad, en este modelo, son reconocidas como inherentemente inferiores. Así lo explicaba por ejemplo Platón en la República:
“digo, pues, que ya ha sido sentado el principio de que los mejores de cada sexo deben unirse con los mejores con tanta frecuencia, y los inferiores con los inferiores tan rara vez, como sea posible; y que es preciso criar a los vástagos del primer tipo de unión, pero no del segundo, si la estirpe se ha de mantener en condiciones óptimas. Los funcionarios pertinentes llevarán los hijos de los padres selectos al redil o guardería, y allí los depositarán en manos de ciertas nodrizas que habitarán un cuarto separado; pero los vástagos de los inferiores, o de los superiores cuando hayan nacido deformes, serán rechazados”
- El paradigma médico: Entiende la discapacidad como una enfermedad que debe, en la medida de lo posible, ser sanada o rehabilitada. Bajo este modelo se debe hacer todo lo posible para remediar o desaparecer lo que hace que la persona con discapacidad sea diferente. Si bien no se excluye de la misma manera que en el paradigma tradicional la discapacidad, la sigue viendo como algo indeseable, que debe corregirse. Como lo explica Velarde Lizama:
- Paradigma social: paradigma que se ha desarrollado en las últimas décadas gracias al activismo de cientos de personas con discapacidad y sus familias, reconoce la discapacidad como un elemento más de la diversidad humana. Bajo este paradigma la discapacidad no es el resultado de nuestras divergencias físicas, neuronales o fisiológicas, sino de las barreras sociales que impiden que las personas puedan vivir su vida de manera plena, autónoma e igualitaria. “En lugar de entender la discapacidad como una carencia de la persona que se debe remediar en pos de la inserción, se pasa a mirar las deficiencias como un producto social, resultado de las interacciones entre un individuo y un entorno no concebido para él”.
Un ejemplo para que me entiendan lo que intento decir: Bajo el modelo social, lo que incapacita a una persona en silla de ruedas no es su capacidad o no de caminar, sino el hecho de que el espacio público no está construido para que ella pueda desplazarse en silla de ruedas por cualquier lugar. Lo que incapacita a una persona en un ambiente escolar no es su capacidad cognitiva, sino el modelo educativo que sólo prevé una forma de enseñar sin adaptarse a las necesidades de los estudiantes. Lo que le pone barreras a una persona sorda no es que no pueda escuchar, sino que en nuestra sociedad usamos casi exclusivamente formas de comunicación auditiva.
La figura jurídica de la interdicción claramente entiende la discapacidad como un problema, un defecto que debe ser remediado. Pero gracias al movimiento por los derechos sociales de las personas con discapacidad, han surgido nuevas figuras jurídicas que permiten proteger legalmente a las personas con discapacidad sin quitarles el elemento más elemental de la vida ciudadana, la capacidad legal.
#FreeBritney, o la vida después de la interdicción
Tal vez les sorprenda (aunque no debería), pero el sistema jurídico en Colombia es mucho más avanzado en la protección de los derechos de las personas con discapacidad que el estadounidense. Si Britney fuera colombiana, a partir de este año ya no estaría sometida a la interdicción, sino a la figura de toma de decisiones con apoyo.
En 2019, y tras muchos años de trabajo, se promulgó la ley 1996 sobre capacidad legal de las personas con discapacidad mayores de edad. Esta crea el sistema de toma de decisiones con apoyo para reemplazar la figura de la interdicción. Juliana Bustamante Reyes directora de la clínica jurídica PAIIS de la Universidad de los Andes explica así esta nueva figura “consiste en establecer una persona que acompañe —más no reemplace— a la persona al momento de tomar determinadas decisiones en su vida. Los apoyos pueden ser distintos para diversas cosas, no son indefinidos, no son para todos los aspectos de la vida y no sustituyen la voluntad de la persona en cuestión”..
Porque si, muchas personas necesitan apoyo para tomar decisiones. Qué tanto apoyo y para qué temas depende de muchísimos factores. Pero el hecho de necesitar ayuda, o de ser particularmente vulnerable, no puede significar la sustitución de la voluntad de una persona.
A pesar de que la ley pasó en 2019, se han interpuesto varias demandas contra la ley que deberán ser resueltas por la Corte en los próximos meses. Todavía hay muchísima resistencia a la idea de que las personas con discapacidad puedan ser dueñas de su propia vida. Si usted quiere que liberen a Britney, pues entonces tiene que interesarle lo que está pasando con esta ley, en los esfuerzos de los activistas con discapacidad de todo el mundo.
Para cerrar, me parece interesante señalar que en todo el cubrimiento que he visto sobre Britney Spears, solo he encontrado dos artículos que hablan de la experiencia de Britney desde el lente de la discapacidad. Esto es, tal vez, porque la cantante nunca se ha definido a sí misma como una persona con discapacidad. O tal vez porque la discapacidad sigue siendo un tema casi tabú. Pero me parece meritorio que nos preguntemos por qué nos obsesiona tanto la historia de Britney Spears, cuando hemos tolerado por siglos que a tantas personas se les prive de su capacidad legal. La respuesta a esta pregunta, sospecho, nos permitirá darnos cuenta de muchos de los prejuicios que tenemos interiorizados.
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