¿Cómo no lograr que tus amigos y familiares que son ajenos al feminismo lean tu blog feminista? Escribe un artículo sobre la regla, o más bien, sobre la menstruación. No uses eufemismos, dilo como es y no pidas perdón. Mira la incomodidad que sienten con la palabra, míralos mientras piensan, obviamente la feminista iba a escribir sobre un tema así.
Es probable que en el 20 de diciembre no exista algo más opuesto a comer buñuelos y a asistir a una novena que escribir un artículo sobre la menstruación. Pero aquí estoy, y me declaro incapaz de no abordar el tema así, incluso si me propuse que este blog sería, entre otras cosas, un medio para volver el feminismo más alcanzable. De alguna forma pido disculpas (pero de alguna forma no lo hago), y a cambio ofrezco una lectura interesante e introspectiva, y quién dice que no pueden revisarla mientras se comen su(s) buñuelo(s).
Escribo sobre la menstruación porque hay que escribir sobre la menstruación. Porque es un tema considerado vergonzoso o inapropiado, porque a muchas no nos encanta la idea de comprar toallas higiénicas o tampones, porque el peor oso de nuestras vidas sería que se nos manchara la ropa en un lugar público. Pero más importante aún, escribo porque creo que todo lo anterior no debería ser, y porque creo que el problema de la menstruación es que esta sea concebida como un problema, y aún más como un problema íntimo cuya evidencia debe ocultarse.
Además de amargarme y endulzarme la vida, el feminismo me permite reflexionar sobre mi pasado y específicamente sobre mi adolescencia. Recuerdo que en el colegio, algunos niños estaban simultáneamente fascinados y horrorizados con la menstruación, fenómeno con el que empezaban a tener contacto a través de nuestras clases de biología. Recuerdo que uno de ellos aprovechaba cuando no estábamos mirando para buscar toallas higiénicas o tampones en nuestras maletas, para así confirmar la existencia del mítico fenómeno. Encontrarse con estos productos era convertir el mito en un hecho, era ser una especie de Cristóbal Colón que descubre pero solo para sí mismo, no para quienes ya habitaban las Indias (o en este caso, para quienes ya nos llegaba). Por mi feminismo ahora comprendo que este actuar, que en este momento provocaba lo que posiblemente fue el peor oso de mi vida, un trágame tierra, una frustración producto de por qué no las escondí mejor, hoy lo interpreto como una reacción normal cuando un adolescente se topa con un tabú.
Este es el momento en el que debería pensar: menos mal soy antropóloga, así puedo explicarles con claridad qué es un tabú, y además qué implica decir que la menstruación es un tabú. Pero la verdad es que como todo en este artículo, tuve que investigarlo. Y ahora sé que el concepto de tabú, que tuvo un auge en la literatura antropológica del siglo XIX y principios del siglo XX, se refiere a una prohibición colectiva que debe obedecerse sin cuestionamiento. Creo que la menstruación es un tabú muy consolidado porque a mí nadie me está diciendo que no puedo hablar de o mostrar mi menstruación. Yo simplemente sé que no lo debo hacer, me daría pena hacerlo, y es más, pienso que la sangre menstrual es sucia y desagradable (a pesar de actualmente que la veo cada mes de mi vida), opuesta al líquido azul de los comerciales sobre la regla (que tiene cara de que huele rico y todo).
La evidencia histórica del tabú de la menstruación es rica e impresionante. Como antropóloga quisiera leer y comentar al respecto, pero como consultora debo admitir que me hace falta tiempo. No obstante, sí parafrasearé algo que me llamó bastante la atención, que es una descripción de la menstruación que aparece en ‘Naturalis historia’, obra de Plinio el Viejo y hoy en día considerara la primera enciclopedia de la historia: “[Con la sangre menstrual] se secan las semillas, se caen los frutos de lo árboles y se mueren los panales de abejas, el bronce y el hierro se oxidan y un terrible olor invade el aire. Cuando la prueban, los perros enloquecen y esta infecta su mordida con un veneno incurable.” Hoy en día, este párrafo parece más la descripción del inicio del fin del mundo que un extracto de una enciclopedia. Es valioso no porque nos da una idea sobre la menstruación, sino porque nos da una idea sobre lo que Plinio y sus contemporáneos intelectuales pensaban sobre esta, que al parecer no era muy bueno.
Ahora quisiera desviar la atención a manifestaciones más recientes del tabú de la menstruación, pues no tiene mucho sentido argumentar que este tabú todavía existe si sigo trayendo a colación el pasado. Lo bueno y lo malo es que estas manifestaciones fueron extremadamente fáciles de encontrar (es bueno para mí como autora de este artículo, pero es malo para mí como ser menstruante). Me bastó con buscar al Presidente de los Estados Unidos, quién en una entrevista señaló que a la periodista Megyn Kelly le estaba saliendo sangre “de donde fuera”. A Trump le fue más fácil decir que una mujer está regluda para explicar su enojo, que admitir que quizás él y como la estaba tratando tenía algo que ver.
Otro ejemplo reciente del tabú consiste en la siguiente foto de la poeta e ilustradora canadiense Rupi Kaur, la cual fue eliminada de Instagram dos veces en el 2015, pues, como Kaur fue informada, iba en contra de las pautas establecidas para la comunidad.
Kaur aprovechó la respuesta de Instagram para llamar la atención sobre el tabú de la menstruación. Señaló que no se disculparía “…por no alimentar el ego y el orgullo de una sociedad misógina que acepta mi cuerpo en ropa interior pero no está de acuerdo con unas cuantas gotas [de sangre menstrual].” Y es imposible estar más de acuerdo. Basta con mirar las fotos que sube, por ejemplo, el jugador profesional de póker Dan Bilzerian (con más de 23 millones de seguidores), para entender que tenemos un problema: aparentemente vivimos en un mundo en el que la objetivización y la pornificación de las mujeres no atenta contra la seguridad que redes sociales como Instagram quieren para sus usuarios, pero una mancha de sangre menstrual sobre una sábana sí. ¡Y cuentas como la de Bilzerian debe haber muchas! Me hace pensar que Instagram se limitó a leer la ‘Naturalis historia’ de Plinio para entender sobre la menstruación. Y aunque la red social también ha censurado varias fotos de Bilzerian, les informo con dolor que este jugador de póker también se conoce como el Rey de Instagram.
También está el caso de la artista americana e india Kiran Gandhi, que justo antes de empezar a correr una maratón le llegó la regla y decidió ponerse nada para correrla. Nada fue la opción más lógica para Gandhi, pues no quería correr con algo entre las piernas y tener que parar a cambiarse. La artista describió esta maratón como una experiencia empoderadora: “Corrí con sangre goteando entre mis piernas por mis hermanas que no tienen acceso a tampones y por hermanas que, a pesar de los cólicos y el dolor, pretenden que no existe.” Aunque aplaudo a Gandhi por enfrentarse al tabú y practicar lo que llamamos el free bleeding, debo admitir que me frustra un poco que sangrar y ya se conciba como una posición casi que desafiante, es decir, que el empoderamiento femenino esté en simplemente dejar que pase algo que nos pasa a la mayoría de las mujeres.
Ahora bien, creo que la publicidad ha jugado un papel predominante en la reproducción del tabú de la menstruación: aunque es innegable que las toallas higiénicas, los tampones y las copas menstruales nos han facilitado la vida a las mujeres (yo personalmente no podría concebir mi vida sin estos), también es cierto que con algunos de estos productos se ha vendido y consolidado una forma muy específica de concebir la menstruación: un problema vergonzoso que debemos ocultar y solucionar en la intimidad.
La historia de la toalla higiénica es muy diciente en este sentido. Antes de que este producto se empezara a usar, había poca expectativa de que las mujeres lidiaran con la menstruación de la misma manera; la mayoría usaban productos hechos en casa (usualmente recortes de tela vieja). Para 1920, la compañía americana Kimberly-Clark había inventado un material más absorbente y más barato que el algodón para vendar las heridas de los soldados de la Primera Guerra Mundial. Cuando los ejecutivos de la compañía se sentaron a contemplar cómo vender este exitoso producto en tiempos de paz, la menstruación fue completamente descartada, pues concluyeron que se trataría de un producto demasiado personal, que nunca podría ser efectivamente comercializado.
No obstante, por insistencia de un empleado que trajo a colación testimonios de enfermeras que durante la guerra habían utilizado el material de las vendas para su menstruación, Kimberly-Clark decidió lanzar un producto para el problema íntimo femenino. ¿Pero qué pasa cuando tienes que vender un producto cuya función no puede ser abiertamente discutida? Te apoyas en el nombre: las mujeres no comprarían toallas higiénicas, comprarían Kotex, y de esta manera podrían evitar interacciones vergonzosas con el personal de los almacenes. Esto implica que, a pesar de haber sido un producto completamente nuevo durante su época, Kotex le dio continuidad al tabú de la menstruación.
Los empaques de estos productos también jugaron un papel fundamental en la consolidación del tabú. En el siguiente anuncio publicitario vemos como la marca Modess se enorgullece de que las personas no puedan adivinar cuál es el producto que venden, y que esto se debe a su discreto empaque. Todo el tiempo, el mensaje: es importante que hagas lo posible por esconder que estás menstruando.
Cabe agregar que la publicidad se ha vuelto, en algunos casos, más consciente de los mensajes que está transmitiendo. Pero todos estos esfuerzos han sido muy recientes, demasiado recientes para mi gusto: la primera vez apareció una toalla higiénica real en un comercial fue en 2016. Y la primera vez que un comercial mostró sangre menstrual real fue este año. Se tratan de campañas muy necesarias y muy refrescantes (¡qué alivio no volver a ver el líquido azul!), pero me queda el sinsabor: ¿tuvieron que pasar casi 100 años para darnos cuenta que la menstruación es normal? Porque este es literalmente el mensaje que Bodyform comunica en su comercial. Nada de frases creativas, solo #bloodnormal.
Y puede que no sea una experta, pero considero que a la publicidad todavía le falta lograr algo muy importante: representar a la menstruación como una experiencia subjetiva, en el sentido que no todo el mundo la siente y la vive igual. En su obra ‘El Segundo Sexo’, Simone de Beauvoir recoleta una gran cantidad de anécdotas para demostrar que el embarazo, el parto y la crianza no son experiencias susceptibles a la generalización. La autora sugiere que la ciencia definió el embarazo como una serie de condiciones físicas, y que estas condiciones se naturalizaron tanto que una mujer embarazada puede angustiarse cuando se aleja de la evidencia científica o de la norma. La anécdota de la mujer que no tiene antojos es prueba de esta angustia y me llama la atención, pues según de Beauvoir prefiere inventarse un antojo por las piñas que atravesar un embarazo distinto al embarazo según la ciencia. Y creo que esto mismo sucede con la menstruación. Por eso hago una invitación para que se muestre esta pluralidad de experiencias; más allá de mostrar a la mujer que es capaz de hacer ejercicio cuando está menstruando, es mostrar que esta es tan solo una de muchas versiones de la menstruación, y que todas están bien.
Para terminar este artículo me gustaría retomar su título, en el que me pregunto por qué la navidad es la mejor época para hablar de la menstruación. Mi punto es que cualquier época es la mejor época para hablar de la menstruación, porque es una conversación pendiente que seguirá pendiente en la medida en que se reproduzca el tabú. Mi regalo de navidad para ustedes es recordarles que vivimos en un mundo en el que la sangre producida por la violencia es más normal y más aceptada que la sangre de la menstruación, y en el que las redes sociales están más dispuestas a aceptar la objetivización de la mujer que cualquier evidencia del problema íntimo femenino. Y ya que estamos acabando el año, ¿qué tal si entre todos nos proponemos a nunca volver a acusar a una mujer que está regluda?
Wauuh! Que texto!
Yo escribo mucho sobre las mujeres y su menstruación. Hay tanto que sanar en nosotras.
No entiendo en que momento algo que es de naturaleza, se convirtió en un pecado y como tal hay que sufrirlo con dolor cada vez que lo tenemos.
Yo soy del año 90 y recuerdo en mi adolescencia, que que te viniera la menstruación era como si tuvieras la peste o algo así. Y ya si te venía con 10 años o así….las amigas te dejaban de lado.
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